martes, 13 de diciembre de 2011

Elogio de la resignación

"... la vida puede que no se ponga mucho mejor que esto..."

  Hay una distancia insalvable entre lo que quiero y lo que tengo. Ese no es el problema, el presente no importa, lo que importa es el horizonte, la posibilidad del futuro, la esperanza y los sueños. El problema es la distancia insalvable entre lo que quiero y lo que puedo llegar a tener. Enfrentarme con los límites propios (o ajenos, pero de gente que, estúpidamente, intenté apropiarme) es una de las actividades más deprimentes, verme cercenando mis propias fantasías, mis propios planes, para tratar de acercarme, así, a tientas, con sangre en las manos y lágrimas en los ojos, a una idea de "realidad". Oscilando violentamente entre el cielo y el infierno, quizás, algún día, alcance a entender qué es lo que se ve desde el medio.
  ¿Pero cómo? ¿Cómo sacudirme esta furia, esta pena, al verme obligado a devorar a un Alejandro mental que no será posible, no lo fue entonces, no lo es ahora, no lo será nunca (no, nunca, eso me repito, ese es el mantra, "nunca", cada pedazo de felicidad insensata que trago va acompañado con el sonido de esa palabra), un Alejandro fantasmal que es, realmente, una ridiculez, y por suerte la poca gente que me quiere así lo manifiesta, por más doloroso y casi imposible que me resulte aceptarlo? Sigo tragando. Quisiera sonreír, por momentos lo logro. Me queda un consuelo: mi, en circunstancias normales, inexistente orgullo aparece entonces. "Estás haciendo lo correcto". "Estás siendo sincero y honesto con vos mismo". "También despiadado, es cierto, pero tu voluntad se acercará a empresas viables y provechosas".
  Siempre creí que de eso se trataba crecer. "Crecer" siempre fue, para mí, un sinónimo de "rendirse". Aceptar que te vas a morir. Sí. Ser ateo, y aceptar que no vas a vivir por siempre. Si pude hacer eso, si pude vencer el sueño de permanecer, de conservar para siempre la conciencia... ¿por qué no puedo eliminar el resto de esos sueños infantiles, egoístas, imposibles? Hacerme cargo de mis limitaciones. Limitaciones que comparto con el resto de la mediocre humanidad, tristemente. No soy especial. Ni un poquito. No voy a triunfar donde otros fracasaron. No voy a triunfar donde ya fracasé. Tengo que cambiar los conceptos detrás de "fracaso" y "triunfo". Tengo que cambiar el concepto detrás de mi persona, dejar de creermelá tanto (dejar de ponerle tilde ahí a "creermelá", por empezar). Dejar de perseguir cosas que necesito, sí, las necesito, las deseo con todas mis fuerzas, vivir sin ellas no es vivir. Y, bueno, flaco. Vivir es otra cosa. Vivir, vas a vivir igual. Buscar otras metas, otros placeres, otras batallas. Si tanto me gusta jugar a cambiar los puntos de vista, a aceptar todo como cierto y falso a la vez, tendría que poder hacerlo.
  Ya me perdí. Comencé diciendo que tenía que ser más sincero conmigo mismo, y me propongo trastocar la visión de mis ideales hasta poder adaptarla a algo que me sea realizable. En verdad, no hay realidad. No hay verdad alguna. Sólo hay que cambiar una mentira por otra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario