viernes, 6 de julio de 2012

S (o "espiral excrementicia")

¡Oh!
¿De vuelta en la espiral,
no tan querido amigo?
Perdiste todas tus fichas,
no, no las perdiste, sino que las has perdido
(porque en verso los tiempos no son los mismos)
(y el tiempo no es el mismo nunca, para nadie, en ningún lugar),
has perdido entonces, hemos convenido,
la poca paz mental y la felicidad que venías ahorrando,
por jugarte la plenitud a un pleno
(los retruécanos no ayudan, no, nunca lo harán).

¡ah! ¿quién la viera sin sentir lo mismo? ¿cómo no pensar en ella todo el tiempo, sin importar si es un tiempo lento y tedioso o feliz y trepidante?
¿cómo no querer quererla,
cómo no sentirla tuya,
cómo no saberla única?
A ella. La única. Ella que es todas, y ninguna.
A ella que constantemente evocas, y que constantemente pierdes.

Este es tu castigo. El castigo para mí que te toca sufrir, oh, lector
ya que eres la misma persona, eres el escrito y la lectura,
eres el asco,
el asco, asco, asco, con esa "ese" sonando a jota,
esa suave "ese"
(la cacofonía tampoco aporta, por favor),
esa "ese", esa puta "ese", y pareciera (¿o pareciese?)
que esa "ese" es la culpable, en esa "ese", ahí nomás está todo,
todo lo demás parte de ahí, o ahí llega.
Porque sos una maraña.
Imbécil.
Todo este palabrerío, es una gran "ese" mal pronunciada.
Una "ese" elevada al cuadrado, a la décima potencia,
a la "ese" misma,
un laberinto infinito, un hermoso y ajqueroso
(sí)
fractal.
Todo lo que aquí ejcribes, es esa "ese" serpenteante.

Pero seguirá creciendo
como lluvia que no puede evitar caer
porque no hay más que eso: esa "ese".



No. Basta. Esto de acá no pasa. La poesía nunca te movió ni un pelo. Y, por suerte, vos nunca le moviste ni un pelo a la poesía. Porque la poesía es una "ella". Ella que es todas, y que es ninguna.

(ay, qué risa)