martes, 20 de diciembre de 2011

Caja de resonancia emocional

Cómo ser una caja de resonancia emocional en 4 pasos:

1) La empatía. Forzar un nivel de empatía altísimo con el entorno es de suma importancia. Hay que sentir lo que siente el otro, o, por lo menos, creer que uno lo logra. Hay que absorber los humores, sean buenos o malos, y potenciarlos. Hay que estar atento a todo, hasta al más mínimo gesto. Todo lo que hagan o dejen de hacer las personas es una señal, un mensaje inequívoco y personalizado.
Cómo ponerlo en práctica: es necesario confiar en el instinto. Pero hasta que eso sea posible, se puede preguntar todo el tiempo "¿te pasa algo?", desconfiando de las respuestas negativas y prestando especial atención a las muestras de creciente irritación que se van sucediendo a cada una de nuestras re-preguntas.

2) La potenciación. Hasta lo más pequeño debe afectarnos. Esa es la clave. Durante todo el proceso, todo estímulo debe ser magnificado y devuelto en tiempo y forma. La meta es ser una gran espiral, un violento vórtice que acelera la velocidad de cada partícula que se acerca. El mundo, allá afuera, seguirá inalterable, pero por dentro, toda nuestra atención deberá estar posada en eso que para el resto de las personas no tuvo importancia, para la mayoría ni siquiera pasó, pero nosotros estaremos allí, alimentando esa idea, fortaleciéndola, acompañando su viaje a través de nuestra vida interior, hasta que sea una bola gigantesca que arrasa con todo.
Cómo ponerlo en práctica: analizar cada palabra y cada gesto ajeno como si de ello dependiera nuestra propia vida. Si el análisis se extiende más de diez minutos, es que encontramos algo prometedor. Con algo de práctica y esfuerzo, cualquier nimiedad puede convertirse en la explicación de nuestro humor durante, como mínimo, una semana.

3) La inter-relación. Descubrir que todo está inter-relacionado. Entender que podemos explicar el mundo y cada una de sus partes, a partir de las experiencias vividas en los últimos días. Que cada idea obsesiva macerada con dedicación, esconde la clave del universo. Que todo se repite, que basta entender una molécula para entender a todas. Que todo se repite infinitamente, hacia lo micro y lo macrocósmico.
Cómo ponerlo en práctica: si los dos pasos anteriores se llevaron a cabo correctamente, este tercero se da por inercia. Tristemente, no hay manera de forzar este tipo de entendimiento si no viene solo. Cultivar el egocentrismo ayuda, como también lo hace el estudio matemático intensivo, o la investigación de teorías conspirativas a gran escala.

4) La devolución. El último paso. El más simple. Todo hasta aquí ha sido un minucioso trabajo de recolección, control y amplificación de las emociones. Ahora, sólo hay que dejarlas salir.
Cómo ponerlo en práctica: hay muchas maneras. Pero casi todas incluyen gritos, lágrimas, discursos acelerados y ciertamente ilógicos, arrebatos amorosos y/o violentos, mudanzas, llamados a las 5 de la mañana, etcétera. Pero algo debe pasar. De alguna manera, todo eso tiene que salir. De otro modo, se corre el peligro de ser... bueno... seguramente conocen a alguien que sea... así.

Y no es agradable.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Marfil de mamut

MICHELLE: Una vez más, la comunidad científica y la industria cosmética se estrechan las manos para dictar la última moda de este invierno europeo. La empresa "Daydreaming" está vistiendo los cuellos de las damas más distinguidas con unos muy curiosos, y costosos, collares. Adelante Costanza.

COSTANZA: Muchas gracias, Michelle. Aquí estamos en Ricutta, una vieja y olvidada aldea de la Italia del siglo diecinueve, donde está instalado el departamento arqueológico de la Universidad de Bosnovich, propiedad de la empresa multinacional "Groctopus", dueña asimismo de la cadena de cosméticos "Daydreaming". ¿Por qué nunca ha oído hablar de Ricutta, se estará preguntando? Es que Ricutta fue sepultada por la erupción del volcán Amanto en el año 1823, y recién hoy, más de doscientos años después, la comunidad científica está devolviendo a sus desafortunados habitantes a la historia de la humanidad, que los había olvidado. Para contarles un poco más acerca de este milagro arqueológico, hablaremos con Hedwig, la gerente general de "Daydreaming".

HEDWIG: Sí, estamos muy emocionados, Costanza, porque este descubrimiento nos presenta posibilidades totalmente novedosas para la temporada. Los cadáveres que encontramos debajo de las capas de roca volcánica eran, en su gran mayoría, niños. Los arqueólogos y antropólogos de la Universidad están tratando de averiguar el por qué, pero nosotros en Daydreaming sólo nos preocupamos en aprovechar el hecho de que contamos con muchas calaveras de bebés y niños a nuestra disposición.
 
COSTANZA: Aquí vemos las perfectas perlas que Daydreaming está desarrollando (con un método que pretenden mantener en secreto) a partir de los cráneos de los niños de Ricutta.

HEDWIG: Mira qué precioso collar.

COSTANZA: Es hermoso. Pues bien, Michelle, ni falta hace decir que estos collares tan hermosos son la última moda, ya que no sólo son bellos, exóticos y costosísimos, sino que también son una edición limitada. ¿Verdad, Hedwig?
 
HEDWIG: ¡Qué va! Pues claro, no sabemos cuántos niños puedan desenterrar los arqueólogos, pero sabemos que se acabarán algún día.
 
(Costanza y Hedwig ríen)

HEDWIG: Es por eso que muchas estrellas ya han ordenado que les preparemos collares especiales, porque no quieren perderse la oportunidad. Y algunas ya tienen el suyo. Apple Martin, por ejemplo. Aquí vemos la foto.

COSTANZA: ¡Ay, está bellísima! Bueno, pues ya sabe. A ordenar el suyo, señora. Que pronto se nos acabarán los niños muertos y quién sabe lo que haremos para conseguir más perlas calavéricas las que no hayamos aprovechado esta oportunidad.

(Costanza y Hedwig ríen nuevamente, se escucha también la risa de Michelle)

HEDWIG: No, no tendrán que hacer nada. Ya nos estamos encargando en Daydreaming.

COSTANZA: Como siempre, a la vanguardia. Te felicito, Hedwig. Esta ha sido Costanza Carpiggia, desde Ricutta, Italia. Adelante, estudios.

MICHELLE: Gracias por el muy completo informe, Costanza. ¿Qué te ha parecido, Manuel?
 
MANUEL: Pues que no puedo esperar a verte usando uno de esos collares.
 
MICHELLE: Y yo no puedo esperar a que me lo quites de un tirón. Pero no perdamos la compostura, ¿por qué no nos hablas de los próximos estrenos?

MANUEL: Pues bien, esta semana se estrena mundialmente la superproducción de Disney "La soga", basada, como todos sabemos, en el juego infantil de saltar la soga. El protagonista es Jonas, interpretado por James Franco, un corredor de bolsa divorciado y con un problema de alcoholismo...

viernes, 16 de diciembre de 2011

Negación

  Alguna vez tuve una charla acerca de mi ateísmo con una persona francamente imbécil. Una persona que, en ese momento, pretendía ser mi amigo, pero que pronto demostró su incapacidad para tal cosa. Sí, dije "imbécil" porque le tengo bronca. O le tuve bronca, no importa. El tema es que es un imbécil.
  Decía, que charlé con él explicándole qué era ser ateo. O, por lo menos, qué significaba que yo fuera ateo. Pero no pude hacérselo entender. Y lo más gracioso, es que él se enroscaba siempre en lo mismo, siempre hablándome del diablo, de si yo adoraba al diablo, de si yo era satanista, de si yo odiaba a Dios. No, I., no. Dios no existe, eso es lo que intento decirte. ¿Pero entonces creés en el diablo? No, imbécil. No.
  En fin, luego de esa estéril conversación, una de las últimas charlas amistosas con el pobre I., al que intenté ayudar de todas las maneras posibles (¿ayudar? ¿por qué siempre intentando ayudar? ¿por qué siempre creyéndome capaz, o autorizado?), pensé y escribí esto:

- Capacidad de negación
- ¿Qué es la realidad? ¿Qué lo determina?
- Perpetuación de una mentira
- Costumbres y educación
- Quiebre. Fin de estructuras
- El círculo: los opuestos que se unen, el cambio abrupto

Hilo de pensamientos: Incapacidad de I. para entender que ateísmo y Satanismo son dos cosas completamente diferentes. ¿Por qué? Impresión mía: no puede entender la idea de un Dios inexistente. El creyente niega al ateísmo. Del otro lado, el ateo niega a Dios. ¿Se puede negar algo cuya existencia es clara? ¿Alguien puede pensar que la gravedad no existe y que realmente no opera en nosotros? Ahí va el cuentito: la gravedad no existe, es una mentira que nosotros, las personas, construímos. ¿Para qué? Teoría: para coartar la libertad de movimiento de los niños, seres sin criterio. Así, cada adulto ha sido educado para caminar sobre el suelo, y eso mismo le enseña a su hijo, sin darse cuenta de que podría flotar, levitar e incluso volar con él. El que se topa con esta verdad se pregunta si no puede mostrarle a su hijo esta otra visión. Empieza a soñar con cambiar las cosas, pronto se da cuenta de que no es posible. Desencantado, toma la decisión de ser su propio conejillo de indias, y de no arriesgar la psiquis y el físico de su hijo persiguiendo quimeras. Es entonces que se pregunta si saltar de una azotea convencido de que puede desprenderse del arrastre de la fuerza de gravedad es un acto de valentía o de cobardía (claro, el suicidio, siempre lo mismo, blablabla). Los opuestos que se tocan: el escéptico que se convierte en ingenuo al desconfiar de las cosas más obvias. El que rechaza las estructuras con tanta fuerza que se construye una jaula aún más hermética y firme. La inmensa búsqueda de lo complejo que termina en lo simple. El valiente que en realidad escapa cobardemente.

Detalle extra: cómo el raciocinio mal utilizado puede justificar la más grande de las mentiras. La fuerza del convencimiento, de la negación, al servicio de probar con métodos y pruebas irrefutables algo que no es cierto. El chiste: los aviones. Los aviones vuelan porque no existe la gravedad. Aún así, hay todo un sistema de cálculos complejos alrededor de esa invención llamada "física" para explicar que la gravedad existe y que un armatoste de un peso descomunal puede, en realidad, vencer el empuje de la gravedad.

  Eso, pasados los años, se convirtió en esto otro, una ejecución totalmente torpe de una idea zonza, pero que tenía ciertos detalles simpáticos. Y donde se me presentó por primera vez de manera consciente y directa la idea obsesiva detrás de este blog, la idea obsesiva detrás de todo lo que realmente me apasiona, mi fractal personal: las ideas circulares. Los opuestos que se tocan. Las repeticiones. Los fractales, justamente. Y no sólo eso, también los condimentos que más me gustan: todo está ahí, en esa pequeña lista al comienzo de eso que me vi obligado a escribir hace ya, ¿cuánto?, no sé, quizás seis, siete años.

  Y ahora, como siempre, es hora de cuestionar lo que hago: ¿cómo puedo pensar que esto puede llegar a ser interesante para alguien? Lo único que justifica su publicación es lo mismo que la hace carente de sentido (opuestos que se tocan): el hecho de que nadie lo lee (nadie -1). Pero es ridículo, escribir algo y después escribir sobre cómo y por qué lo escribí. Aunque, lo más triste (o gracioso), es que ese texto original, la idea sola, me parece mucho más atractivo que la huevada que escribí después. Quizás debiera escribir las ideas así, solas, con las relaciones que me gustaría subrayar. Y entonces, si pudiera encontrar alguna idea interesante, convencer a alguien de que use esa idea para escribir algo interesante.
  O quizás sólo debiera cerrar mi blog.
  O quizás sólo debiera seguir escribiendo.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Ley de gravedad

  ¿Qué lo llevó a esa terraza? ¿Qué cadena de pensamientos pudo colocarlo ahí? De todas las personas, a él: Ricardo Ensenada. Padre de tres hijos, esposo de una mujer amorosa, con una muy buena posición económica, ejerciendo su profesión soñada y con un cuantioso círculo de amigos. Quizás fuera todo eso. Una vida inmaculada, perfecta desde todo punto de vista, una situación envidiable que, igualmente, escondía una pequeña alarma, una especie de zumbido casi imperceptible que no le dejaba conciliar el sueño. Hay algo más en esta vida. Hay, definitivamente, algo más.
  Esa era su impresión. Ese era el pensamiento que estaba debajo de cada acción que emprendió en los últimos cinco años de su vida. En secreto, tratando de no alarmar a la gente que lo rodeaba, comenzó a cuestionar todo aquello que hasta ese entonces le pareció una certeza, una constante o una ley. Comenzó a buscar la compañía de otras personas, sin ausentarse jamás de sus compromisos preestablecidos, para no llamar la atención. No descuidó su mundo al tratar de encontrar otro, y tal cosa lo hizo sentir siempre como un héroe. Porque eso es lo que intentaba ser: un héroe. Él encontraría esa ventana al otro mundo, al mundo real, para que toda esa gente que él quería pudiera dejar esa existencia mutilada que habían aceptado como "realidad".
  Y así fue, en esa búsqueda de relecturas que conoció a Joaquín, el viejo Joaquín. Un anciano loco según la gran mayoría, pero un faro de oscuridad para él. Ahí donde no había más que luz, Joaquín podía oscurecerlo todo. O casi todo, hasta que conoció a Ricardo, un tipo con una lógica invencible que se unió a su cruzada de oscurecimiento, con todas las herramientas de la iluminación. Juntos, jugaron a derribar todas las certezas que hasta ese entonces, habían intentado morar en sus cabezas. Pero hubo una certeza en particular que Joaquín prefirió por sobre las demás. La causa de todos los problemas de la humanidad: la ley de gravedad.
  ¿Quién dice que hay una fuerza que nos mantiene pegados al suelo, cuando vemos con nuestros ojos pruebas obscenas de que no existe tal fuerza? Y no hablo de las aves, no señor. ¿Qué me decís de los aviones? ¿Eh? No, es todo una mentira. Siempre la misma historia. Los poderosos negándole la libertad al indefenso. ¿O por qué te pensás que el mundo está como está? Y no estoy echándole la culpa a los políticos, o a los tipos de guita, como haría cualquier borrachín pendenciero. Yo acepto mi culpa, la culpa que tenemos todos. Nos cortamos nuestras propias alas, Ricardo. Nosotros mismos, usando el disfraz de nuestros padres. El hombre es capaz de volar, Ricardo. Yo lo sé, lo vi. Vos también lo sabés. Lo que pasa es que somos unos cagones, eso pasa. Nuestros antepasados volaban. Pero tanta libertad de movimiento estaba en conflicto constante con esas ganas de poseer que tenemos. Poseer todo, ya sean objetos como personas. Entonces inventamos esa huevada de la "gravedad". Cínicos de mierda, eso somos. "Gravedad". Lo grave es que nos hayamos cortado las alas, y que nuestros hijos nazcan, vivan y mueran sin saber que, de quererlo, podrían surcar los cielos. Es una perrada eso que hicimos, Ricardito. Pero lo vamos a cambiar, lo vamos a cambiar.
  Cinco años manteniendo charlas como esa. Hasta que Ricardo tuvo su tercer hijo, Damián, y su vida de leyes lo reclamó con urgencia, alejándolo del viejo Joaquín. Los primeros meses de la criatura fueron complicados, y las tertulias se dieron con cada vez menor frecuencia. Y aún en esas pocas ocasiones en que Ricardo pudo acudir a Joaquín, su mente estaba en otro lado. No volaba con su viejo amigo, sino que se mantenía asustado y preocupado al pie de la cuna de su hijito enfermo.
  -No te preocupes, Ricardito -le dijo el anciano-. Cuando lo urgente deje de preocuparte, podrás ocuparte de lo verdaderamente importante.
  Y eso fue lo último que le oyó decir. Apenas dos semanas más tarde, el cuerpo de Joaquín apareció tendido sin vida en medio de la calle, luego de haber caído desde la terraza de un edificio de 26 pisos. A nadie sorprendió que un viejo loco se quitara la vida. El único que sabía que no podía ser un suicidio, era Ricardo. Seguramente porque, de creer que se había suicidado, se sabría culpable. Pero no, no podía ser un suicidio. Había sido una búsqueda desafortunada, un brevísimo instante de atropellada ansiedad. Y él no había estado ahí, para frenarlo. No había sido un suicidio, cierto, aunque algo era innegable: había sido su culpa.
  ¿Y ahora? Ahora él estaba en esa misma terraza. Incapaz de volver el tiempo atrás, incapaz de enmendar su terrible soledad, incapaz de volar. Porque ese había sido el error de Joaquín: creerse capaz de vencer todos esos años de pedestre adoctrinamiento. No, dulce Joaquín. No. Nosotros no podemos. Mucho tiempo llevamos atándonos temerosamente a la superficie de este triste planeta. Hemos alimentado con nuestros sueños a este monstruo que llamamos gravedad, y estamos sometidos a su autoridad.
  Se acercó al borde de la terraza, y extendió los brazos. Desde tan alto, nadie podía ver qué era ese bulto que tenía entre sus manos. Tomó una última bocanada de aire, y soltó a su hijo. Vuela, pequeño Damián. Que tu inocencia me muestre el camino que Joaquín no pudo encontrar.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Listas

Lista de cosas que realmente creo que me salen bien, por más que me avergüence admitirlo:
- trazar mapas y recorridos (muy útil en el día a día)
- memorizar números
- jugar videojuegos (también muy útil)
- irritar a los demás
- contener a los demás (emocional, no físicamente)
- caer antipático
- ser egocéntrico

Lista de cosas que otras personas me han dicho varias veces que hago bien, pero que no puedo aceptar como cierto (aunque me encantaría que lo fuera) porque me da mucha vergüenza:
- cantar
- besar
- escribir
- tocar la guitarra (eso es francamente ridículo)
- hacer reír a los demás
- imitar a otras personas (eso ni siquiera creo que lo digan en serio, aunque, ¿hay alguno de los otros ítems en esta lista del cual no pueda desconfiar? De eso se trata la lista...)*

Lista de cosas que no me han dicho que haga bien (por lo menos, no más de una o dos veces), que sé que no hago bien o que directamente no puedo hacer, que me encantaría saber hacer, pero que creo que francamente es imposible:
- dibujar
- silbar
- actuar (o mentir, al menos)
- jugar al tenis/paddle/ping-pong
- tocar el piano
- tocar el clarinete
- caer simpático y/o generar empatía
- hacer listas que tengan sentido
- cocinar

Lista de cosas que me han dicho que hago realmente mal, pero que no creo que sea tan así:
- tratar a los seres queridos

Lista de cosas que me han dicho que hago realmente mal, y que estoy totalmente de acuerdo:
- vivir, así, en general

  Bien. Como radiografía de mi persona, no sirve de nada. No alcanzo a ver en el conjunto de esas listas a la persona que creo ser (aunque hay ciertos rasgos muy representativos presentes: la exageración, la auto-compasión, la victimización, etc.). Como mapa de mis deseos, ahí ya es otra cosa. Se acerca un poco más. ¿Pero qué puedo sacar de provechoso? ¿Tengo herramientas como para analizar algo de esto que intenté organizar? ¿Hay alguna información útil en estas listas, o algo que se relacione de alguna manera con mi realidad? ¿O lo único que hubo fue otro breve momento de estimulación de las zonas erógenas del cerebro, para mi propio (y solitario) goce y divertimento?

  Ahora me dio sueño. Me voy a dormir.

* anexo agregado al otro día de publicado el... el... el coso este.

martes, 13 de diciembre de 2011

Elogio de la resignación

"... la vida puede que no se ponga mucho mejor que esto..."

  Hay una distancia insalvable entre lo que quiero y lo que tengo. Ese no es el problema, el presente no importa, lo que importa es el horizonte, la posibilidad del futuro, la esperanza y los sueños. El problema es la distancia insalvable entre lo que quiero y lo que puedo llegar a tener. Enfrentarme con los límites propios (o ajenos, pero de gente que, estúpidamente, intenté apropiarme) es una de las actividades más deprimentes, verme cercenando mis propias fantasías, mis propios planes, para tratar de acercarme, así, a tientas, con sangre en las manos y lágrimas en los ojos, a una idea de "realidad". Oscilando violentamente entre el cielo y el infierno, quizás, algún día, alcance a entender qué es lo que se ve desde el medio.
  ¿Pero cómo? ¿Cómo sacudirme esta furia, esta pena, al verme obligado a devorar a un Alejandro mental que no será posible, no lo fue entonces, no lo es ahora, no lo será nunca (no, nunca, eso me repito, ese es el mantra, "nunca", cada pedazo de felicidad insensata que trago va acompañado con el sonido de esa palabra), un Alejandro fantasmal que es, realmente, una ridiculez, y por suerte la poca gente que me quiere así lo manifiesta, por más doloroso y casi imposible que me resulte aceptarlo? Sigo tragando. Quisiera sonreír, por momentos lo logro. Me queda un consuelo: mi, en circunstancias normales, inexistente orgullo aparece entonces. "Estás haciendo lo correcto". "Estás siendo sincero y honesto con vos mismo". "También despiadado, es cierto, pero tu voluntad se acercará a empresas viables y provechosas".
  Siempre creí que de eso se trataba crecer. "Crecer" siempre fue, para mí, un sinónimo de "rendirse". Aceptar que te vas a morir. Sí. Ser ateo, y aceptar que no vas a vivir por siempre. Si pude hacer eso, si pude vencer el sueño de permanecer, de conservar para siempre la conciencia... ¿por qué no puedo eliminar el resto de esos sueños infantiles, egoístas, imposibles? Hacerme cargo de mis limitaciones. Limitaciones que comparto con el resto de la mediocre humanidad, tristemente. No soy especial. Ni un poquito. No voy a triunfar donde otros fracasaron. No voy a triunfar donde ya fracasé. Tengo que cambiar los conceptos detrás de "fracaso" y "triunfo". Tengo que cambiar el concepto detrás de mi persona, dejar de creermelá tanto (dejar de ponerle tilde ahí a "creermelá", por empezar). Dejar de perseguir cosas que necesito, sí, las necesito, las deseo con todas mis fuerzas, vivir sin ellas no es vivir. Y, bueno, flaco. Vivir es otra cosa. Vivir, vas a vivir igual. Buscar otras metas, otros placeres, otras batallas. Si tanto me gusta jugar a cambiar los puntos de vista, a aceptar todo como cierto y falso a la vez, tendría que poder hacerlo.
  Ya me perdí. Comencé diciendo que tenía que ser más sincero conmigo mismo, y me propongo trastocar la visión de mis ideales hasta poder adaptarla a algo que me sea realizable. En verdad, no hay realidad. No hay verdad alguna. Sólo hay que cambiar una mentira por otra.

lunes, 12 de diciembre de 2011

"An instant classic"

  Pac-man, la película

  Ha llegado a nuestros cines la esperadísima última película de Robert Zemeckis, que no es otra que la brillante adaptación del clásico videojuego de los 80 "pac-man", llamada, atinadamente, "Pac-man, la película". Tan solo dos semanas después de su estreno en los Estados Unidos, y con el antecedente de ser ya, en estos catorce días, record mundial de recaudación, el film entrega todo lo que promete y aún más.
  Firme candidata para los Oscar, la película nos cuenta la historia de Paco, un mexicano radicado en Nueva York (interpretado brillantemente por Ryan Reynolds), viudo y padre de Andrew (el ya un poco crecidito Freddie Highmore), un taciturno niño de 8 años con el cual mantiene una difícil relación. Paco lucha en la gran ciudad por criar a su hijo con amor y bondad, dos cosas que en su propia infancia escasearon, pero al mismo tiempo se ve obligado a dejar a su hijo en soledad para llevar la comida a la mesa ("No confío en las niñeras. Son, antes que nada, mujeres", dice Paco en uno de sus monólogos más emotivos), ejerciendo el único oficio que conoce: el de recolector de hojas en los parques.
  Estamos comenzando a comprender y a querer a los personajes, a los que se suman Richard, el portero del edificio en el que viven (el eterno Tommy Lee Jones); Kathy, la joven que se muda al departamento de al lado (una muy sutil Drew Barrymore); y el Capitán Bustamante, el mendigo de la cuadra (el desopilante Robin Williams); cuando la noticia de un ascenso para Paco devela la trama que nos tendrá en la punta de la butaca hasta que culminen los 156 minutos de duración de la placa. Por orden del alcalde de Nueva York (cameo de Giuliani mediante), Paco será el recolector de hojas del mítico Central Park, en el turno noche. Si bien la responsabilidad es enorme ("Es el Central Park, ¡con un demonio!"), la paga también lo es, y Paco debe entonces elegir si vale la pena ausentarse durante la noche ("No conoces el miedo a la oscuridad hasta que pasas una noche en Nueva York", le susurra sabiamente Richard) para poder asegurar el bienestar económico del pequeño Andrew. El viejo (pero jamás desactualizado) dilema del padre ausente y único sostén de la familia funciona aquí de maravillas, con duelos actorales memorables entre Reynolds y el ya establecido Highmore, cuya candidatura al Oscar es cantada.
  Así las cosas, Paco acepta el trabajo en el Central Park, y ahí es cuando la película alcanza todo su potencial. Porque junto con Paco descubriremos que las cosas no son como parecen. Que detrás de esas hileras de hojas tan prolijas que él recoge con su pincho (¿cómo pueden caer para posarse de una manera tan ordenada?), algo se esconde. Que esas hojas, marcan un camino (brillante la musicalización de Danny Elfman, con esos sutiles coros femeninos que al grito de "¡Gretel! ¡Gretel y Hansel! ¡Hansel! ¡Hansel y Gretel!" resignifican totalmente la escena, otorgándole una complejidad intertextual pocas veces explorada en Hollywood). Que el Central Park, de noche, es un laberinto. Mención especial aquí para Zemeckis, que elige, atinadamente, filmar cada una de las escenas del parque con una cámara cenital que nos permite ver el dibujo del parque en su totalidad, y adivinar, allí abajo, la presencia de Paco en su uniforme amarillo de recoge-hojas.
  No es conveniente adelantar mucho de lo que sigue después, pero vale la pena mencionar la presencia de cuatro espectros en el parque (uno de ellos interpretado por la revelación del año: Adam Levine, el vocalista de la banda de rock Maroon 5), y un complot que esconde al mejor villano que nos otorga la pantalla grande desde el temible Tony Montana: el ex-científico ruso Vladimir Ihorovitch Ponyatovski, un brillante Gary Oldman.
  ¿Podrá Paco descubrir qué es lo que esconde el Doctor Ponyatovski? ¿Podrá darle una segunda oportunidad al amor, en las tímidas manos de Kathy? ¿Podrá reconciliarse con Andrew, que mediando la película cae en las drogas y funda una pandilla de malhechores que quema indigentes (atentos al enfrentamiento entre Andrew y el Capitán Bustamante, y a las casi imperceptibles citas a cierto clásico cinematográfico de Stanley Kubrick)? ¿Encontrarán los espectros del parque finalmente la paz? Todas estas preguntas tienen sus respuestas, y están ahí, esperando a que el público las recoja, alineadas una detrás de la otra, como las hojas con las que Paco llena su bolsa de residuos...

domingo, 11 de diciembre de 2011

Crí(p)tica a la vergüenza

  Estaba sentado sobre la hierba de una pequeña plaza, en una noche despejada. La única luz era la de la luna, enorme, una luna que giraba sobre sí misma dejando ver una superficie interminable, con paisajes e irregularidades irrepetibles, como si fuera una cinta infinita asomándose por una ventana circular. Estaba desnudo, y una brisa estival lo acariciaba. Miraba los juegos de la plaza sin saber qué hacer a continuación. Se sentía intranquilo, como si hubiera dejado algo a medio hacer, como si estuviera faltando a una cita, como si se encontrara cerca de concretar algo deseado pero ahora olvidado. Se levantó no sin dificultad, y comenzó a caminar sin rumbo, ya que nada se veía más allá de los límites de la plaza. Podía sentir arena debajo de sus pies descalzos. Unos segundos después de haber abandonado la plaza, comenzó a oír llantos infantiles. Los sollozos lo rodeaban, y le generaban una angustia inconmensurable. Intentó escapar, pero no pudo, ya que la angustia pronto se convirtió en un dolor físico que lo derribó. Comenzó a gritar, encogido en el suelo, sintiendo que su estómago era aplastado por una poderosa prensa, convencido de que moriría allí mismo, y que ese coro de niños tendría el papel de verdugo. Sus cuerdas vocales le dolían de tanto gritar, y comenzó a sentir el gusto de su propia sangre, cuando las figuras de docenas de bebés aparecieron gateando hacia él, y lo cubrieron, siempre llorando, emitiendo terribles alaridos. Su cuerpo entumecido se inundó de rabia al entrar en contacto con esos bebés, y explotó en un violento arrebato que catapultó a la mayoría de las criaturas fuera de su vista. Entendió que el daño que les causara, el verdadero daño que ellos sufrieran, apagando así sus llantos, estaba relacionado con su dolor, de manera inversamente proporcional. Oyó el crujir de los huesos de los bebés arrojados en todas direcciones, y comenzó a sentirse aliviado. Pero todavía quedaba uno, que chillaba estridentemente, provocándole naúseas y mareos. Casi sin pensarlo lo tomó entre sus manos, lo alzó, y comenzó a estrangularlo. Los ojos de la criatura se transformaron en dos pozos de un negro viscoso, y toda su figura fue deformándose, como derritiéndose, a medida que su llanto se apagaba. Lo vio deshacerse entre sus dedos, y de los ojos brotó una sustancia pestilente, que comenzó a cubrir sus manos, y luego avanzó por sus brazos, congelándolos por completo y haciéndolos pesados como piedras. Dejó caer sus brazos y no pudo moverlos, y estos comenzaron a hundirse en la arena. Desesperado, intentó con sus piernas rechazar esa fuerza que comenzó a sepultarlo, pero ya nada podía hacer. El suelo lo tapó por completo, y comenzó a respirar arena, perdiendo un poco de su vida con cada inhalación. El pecho le ardía, sentía cómo se destrozaban por dentro sus pulmones, cómo la boca se le llenaba de arena, cómo esta se mezclaba con su sangre, y supo, por segunda vez, que estaba muriendo. Esa pasta que tenía en su boca pronto formó un bozal, y ahogó sus silenciosos gritos. Sus extremidades fueron tomadas por algo o alguien, y se encontró totalmente inmovilizado. Fue entonces que pudo verse a sí mismo, y comenzó a sentir un intenso cosquilleo en su zona inguinal, y a pesar del terror de su propia muerte, supo que eso iba a pasar, ya no había vuelta atrás, algo o alguien lo estaba estimulando, lo estaba excitando, y él, inmóvil y sometido, no podía oponerse. Sabía que esa sería su muerte, que el momento en que cediera a esa excitación, el momento en que se dejase llevar, entonces se habría rendido y su cuerpo quedaría allí, abandonado sin vida para siempre. Sintio aromas y caricias olvidadas, luchó contra ellas, pero pronto perdió la batalla, y su cuerpo se vio sacudido por violentos espasmos a medida que eyaculaba y todo indicio de vida lo abandonaba. Y siguió viéndose cuando, a medida que los espasmos se iban sucediendo, su cuerpo comenzó a deshacerse en jirones de carne, hasta que ya no quedó nada, y el último de los reflejos de esa falsa luna se apagó.