martes, 22 de septiembre de 2015

Otra voz

  Van diez minutos de recital y me estoy preguntando qué mierda hago ahí. ¿Qué buena razón tengo para estar en un recital? No escucho nada, es todo una pelota de ruido, no salto, no canto, odio a la piba que me roza. Veo a la banda en el escenario y me cago a pedos, me digo cholulo, es eso, no hay más que eso, si quisiera escuchar la música escucharía un disco, acá no escucho nada, estoy ahí para ver a Mike Patton haciendo morisquetas. Me doy asco.
  Una hora y media después estoy saliendo, afónico y riéndome, riéndome de lo contento que estoy, pensando que hacía un montón que no estaba contento, palmeando a mis amigos con los cuales no compartía algo desde hacía mucho, pensando en cuánto los quiero y en que en algún momento temí haberlos perdido. Pienso también en la mina que me rozaba, qué copada que parecía, cuánto me gustó. Y sigo cantando, canto sin voz, sin mi voz, al menos. Tengo una voz rara, no me quedé sin voz, sino que tengo otra voz. Y me gusta. No es como la voz de mierda que tengo siempre, la que mañana voy a volver a tener. Es otra voz. Y canto, emocionado, uno de los temas más lindos que conozco.
  Una hora después estoy viajando en un auto, con un remisero que me cae para el orto, un forro inexplicable. Escuchamos cumbia villera, y de la mala (porque hay cumbia villera buena, cerrá el culo). La cosa empeora: aparece Rod Stewart. El tipo me empieza a hablar, como hace siempre. No me importa en absoluto lo que me dice, pero contesto. Y escucho mi otra voz. Y soy otro. Y le hablo. Le digo que no es tanto problema que llueva el día de la primavera, que los mejores días de la primavera los pasé con días de mierda. Como la vez que tomamos el ácido entre todos y la flasheé como una semana entera pensando que me había vuelto loco, porque sentía el cerebro, ¿entendés?, lo "sentía", tenía peso, forma, sabor, color, y se me movía todo el tiempo. O la vez que me cogí a Estefania, llovía y estábamos en la plaza, fue medio rápido pero estuvo buenísimo, después me fui y al llegar a mi casa vi que no tenía las llaves, tuve que volver y me puse a buscar en el barro y las encontré y me las llevé, y en la puerta de mi casa vi que no, que en realidad eran las llaves de Estefanía, que había vuelto también pero se había llevado las mías. O la vez del brownie loco que comió el Tomi, que jamás había tomado cerveza, siquiera, que se terminó cagando encima cuando estaba transando con la piba que le gustaba. Armo un pastiche de todas las historias que me contaron y que jamás podría haber protagonizado, y las exagero, y las cuento con mi nueva voz y me importa una mierda. Lo mejor de todo es que al remisero también le importa una mierda. Él me sigue contando que tiene una tele en el baño.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Un mal mes, nada más

  La mentira es el mejor invento de la humanidad, mucho más importante que la rueda. O quizás sea un descubrimiento, quizás la mentira como concepto pueda existir aún sin humanidad. En ese caso, sería un descubrimiento más importante que el fuego. Es el verdadero motor de la especie. Con todo lo bueno y lo malo, por supuesto. Pero donde miremos, está. Y cuanto más importante es el problema, más grande es la mentira que lo soluciona. ¿Cómo vivir sin entender que vivir es morir algún día, si no fuera por la religión y su bálsamo incapaz de rechazar? Pero no, no voy hacia allá ahora (no voy hacia ningún lado, escribir esto y eventualmente publicarlo no es un paso hacia ningún lado).
  La mentira más útil suele ser la propia. La que nos decimos para poder construírnos ante nuestros propios ojos y ante la mirada de los demás. Potentísima, generosa, infaltable. En la gran mayoría de los casos, ninguno de nosotros tiene ni puta idea de quién es realmente. Y si bien este es un tema filosófico inacabable, yo me detengo en una cuestión más superficial: la autodefinición. Más allá de las etiquetas que nos pusieron los demás, esas que tampoco son tan fáciles de sacar, están las que nos encanta vestir y que nos pusimos solitos. A mí me encanta decir que soy bueno, por ejemplo. También digo (y ya nos vamos acercando) que nunca miento. Me parece buenísima porque se explica a sí misma. ¿Cómo no me vas a creer? ¿No escuchaste que nunca miento?
  Una variación del "nunca miento" es, justamente, la etiqueta que me empuja a escribir esto. La de "no tengo filtro". "Yo voy de frente, no me importa nada". "¿Sabés lo que pasa? La gente no me banca porque digo las cosas como son". No, tesoro. La gente no te banca porque sos imbancable, justamente. No decís grandes verdades, lo que decís son estupideces, generalmente agresivas. Hay una confusión impresionante entre la agresividad y la sinceridad. Decirle a alguien "vos te creés que silbás bien y por eso silbás todo el tiempo, ¿no?" es de mal bicho, no de "sincericida".
  Entiendo la necesidad de atención. Todos la entendemos. Y la encantadora ilusión de que tenemos algo interesante para decir. Pero hay que aprender a distinguir qué vale la pena decir y qué no. En Educación Cívica, por ejemplo, tendrían que enseñarnos a detectar en los interlocutores la total falta de interés. No podemos seguir hablando solos, todo el tiempo, sin importar quién está delante. Es increíble la cantidad de gente que habla completamente sola, y no hay manera de hacerles entender que vos también sos una persona, que no sos el espejo del baño con el cual practican las caras y los tonos, que tu función en este universo no es ni será jamás festejarles nada.
  Pero no. Es mucho más fácil mentirse a uno mismo. Decirnos que todo lo que pensamos es interesantísimo, que tendremos nuestras limitaciones pero que tampoco es que me chupo el dedo, imaginate, a mí me hiciste eso una vez y ya está, agarrate porque no paro, yo boludo no soy, aparte a la gente así habría que encerrarla y reeducarla, no piensan, no entienden nada, ¿y te conté lo de Martín?, el otro día me llamó porque necesitaba un y bla bla bla.

  Hacenos un favor. No le expliques más a nadie cómo sos. Se nota. Y no tiene nada que ver con lo que decís. Nada.

(borrador para la campaña de "dejá de hablar huevadas", este es un proyecto que empecé hace unos años, porque tengo varios proyectos, yo soy así, inquieto, y otra cosa es que soy como muy consciente, ¿no?, a veces me juega en cont-- che, ¿adónde vas? ¡te estoy hablando! ¡CHE!)