domingo, 6 de marzo de 2016

Llovía

  Tendría que haber reaccionado de otra manera. Claro, eso lo pienso ahora, veinte minutos después. Es obvio ahora, pero en ese momento no supe hacer lo correcto. Fue un juego de poder, en cierta forma. El tipo se metió para marcar territorio, me hizo quedar como un boludo a propósito. Se sintió amenazado, y actuó. Si bien reaccioné torpemente, lo positivo es que él me haya considerado un contrincante. Quizás, eso quiera decir que ella también me haya percibido como un hombre heterosexual medianamente interesante e interesado. Quizás nuestra charla haya sido algo más que un intercambio entre una librera y un cliente.
  - ¿Qué tal? ¿Te puedo ayudar en algo?
  Es muy bonita. Y me tutea. Bien.
  - Sí, ¿qué tal es este libro? ¿Lo leíste?
  - Mirá, si te soy sincera, no. Pero hace mucho tiempo que le tengo ganas. Escuché muy buenas cosas de la autora.
  - Sí, es una mina muy piola. Hice un seminario con ella.
  - ¿En serio? Qué copado...
  "Copado". Esa informalidad me hace sentir más cerca, ahí es donde pienso por primera vez que dejamos de ser librera/cliente y que hay una charla un poco más real, que ella se suelta y me habla a mí, no a un cliente, a mí, que en breve le diré mi nombre y esa palabra que escuchó tantas veces antes pasará a llevar mi cara también, aunque sólo sea por unos días. Pienso eso, me pierdo un poco mirándola, me avergüenzo al pensar que quizás lo note, y no veo venir al compañero que me descoloca con su pregunta pelotuda:
  - Che, ¿y está buena?
  No entiendo. Es obvio que me habla a mí pero no entiendo, no lo esperaba, la miro a ella para encontrar alguna pista de qué sucede, ella hace un pequeño gesto de hastío pero es muy actuado, entiendo que así funciona la relación entre ellos dos, que si bien el forro ese me habla a mí lo hace para que ella escuche, me usa como herramienta en una conversación que están teniendo ellos.
  - Lola Arias. La autora. ¿Está buena?
  Me siento un imbécil, la vuelvo a mirar y ella ya no me está prestando atención, mira los libros sobre una de las mesas y los acomoda, sé que tengo que reaccionar rápido porque la pierdo, la conversación se está terminando y es por culpa de ese gil (y mía).
  - Sí. Es... muy atractiva.
  No me importa la reacción de él, le respondo mirándolo pero estoy monitoreando la reacción de ella con mi visión periférica. La veo levantar las cejas. No sé qué significa.
  "Muy atractiva". Camino debajo de la lluvia, pasaron más de veinte minutos pero recién ahora me alejo, estuve dando vueltas pensando en todo lo ocurrido pero sin querer abandonar el recuerdo, imaginando que quizás podía volver para mejorar de alguna manera lo que creo que terminó para la mierda. Llevo el libro de Lola Arias conmigo, lo compré, lo hice envolver para regalo, entré a comprarle un regalo a una mina que me gusta mucho desde hace tiempo y me enredé en un episodio frívolo que involucra a otra chica. ¿Cómo puede ser? ¿Es tan fácil pensar en una u otra mina? ¿Cualquier mina que me preste un mínimo de atención pasa a ser un centro gravitacional sobre el cual orbitarán decenas, cientos, miles de pensamientos estériles? Y mientras me mojo, quizás por estar pensando en esta chica de la librería, se me ocurre que no sé si es buena la idea de ir al cumpleaños de Caru. No sé si llevarle un libro de regalo, tampoco. ¿No será mucho? ¿Cuánto me deja en evidencia el hecho de regalarle algo? Es un cumpleaños, sí, y es la costumbre reinante. ¿Pero acaso no sabe ella que no hay nada que yo haga siguiendo los protocolos socialmente aceptados? No, no sabe. ¿Quién sabe que todo lo que hago está previamente sopesado y analizado durante horas, días? Que las más simples actividades fueron para mí resultado de extensas planificaciones, ¿quién puede saberlo? Escucho la voz de un amigo diciendo "no podés ser tan especulador, debe ser extenuante". Pero después escucho esa misma voz diciendo "sos una persona muy analítica", y eso suena un poco mejor, y me quedo un poco más tranquilo. Mientras tanto sigue lloviendo y todavía no decidí si ir o no al cumpleaños. Aunque ya compré el regalo y me mojé.
  Luego de una hora ya estoy en mi casa, con el libro empaquetado apoyado en la mesa, frente a mí, al lado de una botella de vino tinto. Lo hice envolver y no lo dediqué. Regalar un libro sin dedicarlo es casi lo mismo que no regalarlo. Y aunque todavía no sé si voy a regalárselo a Caru, ya entendí que el envoltorio está al pedo. Lo examino unos minutos y decido que no lograré armarlo nuevamente, y que lo mejor es romperlo. Así que saco el papel de regalo y me encuentro con un libro que bien podría ser para mí. Podría leerlo mañana mismo, o esta noche, para volver mañana a la librería a comentarle a la librera lo que me pareció. Continuar la charla interrumpida. Podría pasar cualquier cosa. Lo más probable es que nada pase, ¿pero es diferente con Caru? La conozco hace años, hemos compartido muchas cosas, ella sabe que me gusta, ¿pero podría cambiar algo el hecho de ir a su cumpleaños? ¿Podría regalarle este libro y que eso me ayude a acercarme a ella? Hace meses que no la veo, ni siquiera sé si está saliendo con alguien, ¿por qué visitarla en su cumpleaños y no ir a la librería a seguir charlando con esa piba que todavía no sé cómo se llama? ¿Me gusta tanto Caru, si hace una hora y veinticinco minutos me crucé con una mina que me hace replant--? No. No busco las respuestas a esas preguntas. ¿Le gusto a Caru? ¿Le gusté alguna vez? ¿Puedo volver a gustarle, sabiendo que si alguna vez le gusté malgasté muchas oportunidades? ¿Y a la piba de la librería? ¿Le parecí lindo, interesante, piola? No tengo respuestas para eso, pero no puedo dejar de darle vueltas al asunto. Caru, Caru, Caru. Hace años que pienso en ella. Ojalá pudiera dejar de pensar.
  Me decido a escribir una dedicatoria, aún sin estar seguro de ir al cumpleaños. Miro la hoja en blanco sin decidirme por nada, no me sale nada. Quiero dejar de pensar. Tomo vino del pico de la botella, no sé cuánto tiempo paso con la birome en la mano, cada tanto pienso "estoy tardando mucho, voy a poner algo de música" pero al instante me digo "no, no, porque si no me voy a quedar toda la noche, escribo algo primero y después pongo música". Sigo tomando y calculo que ya podría haber escuchado dos o tres discos en todo ese tiempo. No quiero pensar más, por favor. "¡Feliz año nuevo! Siempre pensé que los cumpleaños son el verdadero comienzo del año, ojalá empieces el tuyo bárbaro". No. "Cumplís 27, estamos en el 2016, y nos conocemos desde hace 5 años. ¿Siguen siendo esas las cifras correctas, ahora que leés esto?". No. "Feliz cumple a mi persona favorita (del mundo real, excluyendo ídolos de la adolescencia). ¡Te quiero mucho, Carmen!". Ni en pedo. "Inserte dedicatoria sensible pero a la vez sensata, con un toque de humor (si puede ser un chiste interno, mejor) y optimismo no ingenuo". Basta.
  En algún punto de la noche veo que finalmente escribí algo. "Quise comprarte un buen libro no muy caro y te compré esto, nomás, y me mojé bastante porque llovía y te amo". Me río en voz alta. Agrego una postdata: "Conocí a una librera y ahora pienso también en ella". Está decidido. Ni en pedo voy a ir a ese cumpleaños.
  Diez minutos después de masturbarme ya ni pienso en la librera, pero sí en Caru. Ahí está la diferencia, y es muy notoria, muy fácil de detectar. Hay que hacerse la paja y listo.
  Tendría que ir al cumpleaños. En fin. Otra vez será.