domingo, 16 de agosto de 2015

Un mal día, nada más

  No aguanto más. No aguanto más a la gente. No me aguanto más, la autorreferencia constante me obliga a odiarlos, a verme en cada uno de sus fracasos y vergüenzas.
  Hoy pasó por la librería una piba acompañada por su madre. Resultó ser una "cuentacuentos". Sí, eso hace. A eso se quiere dedicar. "Ya contó cuentos en la feria del libro", me dice la madre. Y yo ya no siento ternura por estos personajes, no me pareció simpática ni soñadora, me pareció una pobre piba, inmersa en una nube de pedos. La ayudé a elegir varias antologías de cuentos, pero siempre desde la distancia, me cansaba escuchar su optimismo mientras hablaba con la madre. Y tenía tantos modismos que me habrían caído bien en otra época: olía los libros, era amable, se expresaba con palabras un tanto peculiares (me llamaba "muchacho"). Además de que era linda, muy linda. ¿Qué pasó? ¿Qué me pasó en el camino? Porque si bien la literatura oral siempre me pareció una paja con público, esta piba me tendría que haber caído bien. Pero no. Quería que se fuera, que se llevara su sueño imbécil con ella. Que se llevara a la madre a otro lado, a pagarle otras cosas. Probablemente, porque no podía dejar de verme en ella. Un forro, que quería ser escritor, quizás sólo por el hecho de poder definirse con alguna palabra. Hola, soy escritor. Uh, qué bueno, yo soy cuentacuentos. No, basta. Andate. En el medio atendí mal a otra piba linda más, y me sentí culpable. Intenté arreglarlo con la cuentacuentos tratando de averiguar, antes de que se fuera, dónde solía contar sus cuentos. Y eso me llevó a un canal de youtube, que no puedo mirar más que de costado por la vergüenza ajena que me hace sentir. Mirá, tengo un canal de youtube. Ah, buenísimo: yo tengo un blog.
  Poco tiempo después llegó un chabón con la madre. Otro aparato (digo "otro" siendo el primer aparato yo) acompañado por la madre. Otro huevón que le hizo gastar a la vieja como una luca en libros pelotudísimos sobre la segunda guerra mundial. ¿En serio, gordo? ¿Eso hacés? ¿Sacar a tu vieja de paseo para que te compre libros boludos? Y otra vez lo mismo: me veo llegando a mi casa (no, a mi casa no, a la casa de mis viejos) dejando ropa en un cesto para que mi vieja la lave mientras me pongo a jugar al GTA V. ¿En serio, gordo? ¿Eso hacés?
  Y siento que mi vida es un poco eso: encontrarme con la misma situación, en todos lados. Escuchar cosas que no me interesan, verme obligado a contar aquello que no le interesa a nadie. No sé en qué momento pensé que podía llegar a ser otra cosa.

3 comentarios:

  1. Últimamente estoy con el mismo dilema. Ruego por que nadie pregunte a qué me dedico para no tener que explicarle, ni hablar de tener que fumarme a alguno contándome cosas que no me interesan mientras pongo cara de "ah, mirá vos".
    El ser por demás efusivo suele romper las pelotas, pero a veces lo mejor es no engranarse, acompañarlos en esa nube de pedos por un rato y después dejarlos ir. El caso del pibe ya es mucho más grave. Hasta tenebroso, diría.

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  2. Alguien estaba de mal humor, o está medio saturado de atender al público.
    Yo creo que aprendí a ser más... ¿hipócrita? Prefiero pensar que estoy más "diplomático". Llega un punto en el que casi interactúas en piloto automático.
    No sé. Por ahí resulta que somos todos unos imbéciles.
    Todos somos Parodi.

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