lunes, 19 de mayo de 2014

Veneno puro

  No sé si soy un visitante, o un prisionero. Quizás sea uno de los tantos involucrados, pero de seguro soy uno que quiere escapar, que no siente que este sea su lugar. Estoy en un inmenso complejo universitario, una ciudad en sí misma, pero sus cimientos no pertenecen al mundo físico. Es un gran campo virtual, una grilla hexagonal de proporciones épicas, de la que es imposible alcanzar a ver los límites. Mi consciencia navega por este campo gris y se me cruzan las caras de todos los que hicieron de este su lugar: son todos estudiantes, jóvenes promesas, que usan las instalaciones para llevar a cabo investigaciones y experimentos subvencionados por el estado. Sus rostros se dibujan en la grilla, con destellos verdes y magentas, y se escuchan sus voces superpuestas tratando de explicar de qué trata cada uno de sus proyectos. Avanzo desesperado atravesando la inmensa grilla, cruzándome con esas caras sonrientes de spot publicitario que hablan una encima de las otras, con dicciones perfectas pero formando un coro cacofónico del cual no distingo palabra alguna. Aun así, sé que sus proyectos son triviales, inútiles. Esta grilla enorme, este campo del saber es un desperdicio de espacio, tiempo y recursos. O quizás no, quizás sea eso que pensé al principio: una prisión. Una cárcel para mantenernos a todos juntos, creyéndonos útiles y especiales. Pero me equivoco al hablar como si fuera uno de ellos. Yo no tengo proyectos, no tengo talentos, no tengo potencial alguno. Sólo tengo la necesidad urgente de escapar, de abandonar a todos estos muchachos (y muchachas, muchas muchachas hermosas, perfectas, felices), de desaparecer.
  El único descanso de las voces de las jóvenes promesas me lo proporcionan unas pantallas gigantes, que acaparan todo el campo visual con un mensaje de los organizadores. Muestran escenas de archivo envejecidas, con personal médico atendiendo a mutilados, a personas con todos sus miembros sin desarrollar, a seres humanos tan deformes que cuesta reconocerlos como tales. Las imágenes son impactantes, aterradoras. Los médicos y enfermeras les proporcionan alguna sustancia por vía oral, a la fuerza, o les aplican inyecciones, habiéndolos inmovilizado previamente. Sigo escapando, pero las pantallas se multiplican. Siempre me topo con alguna. Cada una muestra las mismas imágenes, pero el mensaje sonoro va cambiando de pantalla en pantalla. "El gobierno ha desarrollado una droga especial para ayudar a potenciar la capacidad intelectual de sus elegidos, aquí reunidos...". "Esta es una oportunidad única, esta droga es un secreto de estado, desarrollada en los años...". "Esta droga que les proporcionamos es veneno puro, pero con la dosis correcta los convierte en... ". Cada vez tengo más miedo, cada vez me muevo a una mayor velocidad, cada vez me oprimen más las caras y voces de las jóvenes promesas, y de los doloridos conejillos de indias que sirvieron para desarrollar esa droga.

  Despierto. Siento contra mi cuerpo la piel de una mujer que no me quiere a su lado, una vez más. Cierro los ojos y busco con todas mis fuerzas el camino de vuelta hacia los mutilados y su veneno puro.

2 comentarios:

  1. Siempre cosas tan alegres... Cuando pienso que la vida es una cagada me basta con entrar a este espacio.
    Gracias por recordarnos a los lectores que la vida es algo maravilloso, que Dios no quita sin dar algo a cambio.

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    1. Hay algo de pesimismo mal encarado en el texto. O, mejor dicho, de no saber aprovechar las cosas buenas con las que podemos toparnos. Hay venenos que con las dosis correctas hacen maravillas...

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