domingo, 20 de mayo de 2012

Trilogía de Temperley

  Atravesó el umbral del bar ansioso, tratando de ocultar su excitación. Ese hecho, el hecho de que se preocupara en tratar de ocultar algo, era un indicador de su buen humor: en circunstancias normales, no se sentía digno de la más mínima atención. Se sabía invisible, despreciado pero rápidamente olvidado. Definitivamente, no era esta una situación normal, ya que dirigía furtivas miradas a cada rincón del local, buscando esos ojos atentos, que sabía que, aún sin buscarlo, se alegrarían al verlo. Una sonrisa se asomaba acompañando el brillo de su mirada. Sus ojos tristes hoy eran irreconocibles.
  La buscó pero sin detener nunca su marcha, fingiendo que sólo buscaba una mesa. Fingiendo, siempre fingiendo. Horas después criticaría todo su accionar, y sentiría asco, como siempre siente al ver a los demás, con sus sonrisas, sus ilusiones, sus ficciones diarias. Pero en ese momento estaba feliz. Sí. Se podría decir que estaba feliz.
  Se sentó y todavía no la había encontrado. Una voz en su cabeza le sugirió que quizás ella no estuviese allí. El resto de las voces (incluyendo la propia, si es que una y sólo una de ellas lo era) lo consideró probable. Pero no. Casi al mismo tiempo que el mozo alcanzándole un menú, sus ojos se cruzaron. Allí estaba ella. Hermosa, como siempre. Sus cortos rulos rubios enmarcando la preciosa carita. Él sonrió y levantó sus cejas, casi el único gesto que sabía utilizar (aunque mal). Ella no reaccionó, y siguió charlando con los tipos que la acompañaban. Él la desnudó con sus ojos hambrientos, pudo imaginar el ruido del corto vestido negro cayendo al lado de la cama.
  - Un café doble, por favor.
  Se dedicó a mirarla. Estaba hipnotizado, ya había olvidado todo su plan de esconder su impericia social, su locura por ese cuerpo, por esa voz. Y ella no lo miraba. Se preguntó si lo habría visto, quizás no lo reconociera. "Te vio", le dijo la voz. "Que siga charlando con esos tipos y que ya no mire para acá ni de casualidad es la prueba".
  El café llegó, y lo tomó. Ya no estaba feliz. Para nada. Ella se levantó, se puso su abrigo y se despidió de sus acompañantes. Antes de atravesar el local y alcanzar la puerta, lo volvió a mirar. Él, apurado, acompañó su arqueo de cejas con un ademán. La voz en su cabeza reía. Ella salió sin prestarle atención. La vio pasar por los ventanales caminando a paso vivo. Dejó cincuenta pesos sobre la mesa y se apresuró a salir, quizás ella hubiera aflojado el paso, quizás lo esperara en la esquina.
  Luego de mirar hacia los cuatro puntos cardinales desde la esquina, decidió que podía volver a su casa.
  "Ya está bien, eh".

***

  Entendió que por fin había ocurrido. Ella se había ido, y no volvería. Siempre y cuando dependiera de él, no se volverían a ver tampoco. Se sentó frente al televisor, y cambió de canales sin prestar atención. Sólo pensaba en su soledad, en la casa, en las compras, en los libros que se había llevado, en las gatas que también se habían ido, en la plata; hacía cuentas que involucraban su sueldo, el alquiler, el precio de la Coca-cola, el precio del jugo Clight, el precio de las empanadas. De vez en cuando pensaba también en ella, pero sólo para descargar su bronca, aún sabiendo que no era justo. Pero el reino de sus pensamientos era un mundo que no conocía la justicia, sino que estaba para saciar sus caprichos. Así que la odió sin culpa.
  Apagó la tele y agarró su campera, vio la hora y decidió pasar por el bar. Comería algo, llevaría su libreta, por si se le ocurría algo para escribir. Sí, le haría bien. Cualquier cosa antes que pensar en todo lo que ahora no tendría que tener en su heladera.
  Ya en el camino pensaba en Germán. Qué bueno sería poder hablar con Germán. A eso iba al bar, en realidad. Qué bueno poder ser amigo de Germán. Sería genial...
  Cuando entró al bar, no tardó en localizar a Germán. Ahí estaba, como siempre, en su mesa. Las risas lo acompañaban. Qué bueno poder ser amigo de Germán... Pero no conocía a los otros ocupantes de la mesa, así que sólo los miraba de lejos.
  - Un café doble, por favor.
  Promediando su café, vio cómo Germán despidió a sus compañeros, que se alejaron entre risas. Buscó su mirada hasta encontrarla, y arqueó sus cejas, haciendo además un ademán. Tomó su café y fue hasta la mesa que ahora ocupaba sólo Germán.
  - ¡Qué hacés, Germán! No sabés cómo estoy... Viviana finalmente se fue. Y, ¿sabés qué? Mejor que ni vuelva, mirá... Per--
  - Perdoná, ¿Joaquín eras, no?. Pero me tengo que ir. Hablamos otro día, ¿sí?
  Dos horas después miraba la tele, y pensaba en su sueldo, en el precio de la pizza, en el precio de las medialunas, en el precio del café, y en Germán, Germán y la re-putísima madre que te re-mil parió, Germán sorete hijo de re-mil putas, Germán y quién mierda te creés que sos, petiso mal hecho, Germán morite.

***

  - Lo bueno es que ya no vas a tener a nadie intentando que no hagas dieta, vas a poder comer todas las ensaladas que quieras. Que tengas una vida sana.
  Imbécil. Haciéndose el superado, como siempre. Riéndose de todo, aún con lágrimas en sus ojos. ¿Quién le habría enseñado eso? En la familia eran igual, eran imbancables. Pobre gente, creyendo en la ironía como en la máxima expresión de inteligencia. Pobre Martín. Él no tiene la culpa.
  Y se había ido. Finalmente. ¿Cuánto tiempo había esperado ese momento? Le parecía imposible, dolorosamente impensable. Pero era lo que debía ocurrir. Dolía, dolía enormemente. Aunque era lo mejor, ya no podían seguir mintiéndose. Ojalá pudieran ser amigos. Sí, podrían pasar unos meses, y entonces podrían volver a hablarse. ¿Podrían? Él era tan rencoroso. Imbécil. No, no. Pobre Martín.
  ¿Y ahora? Encendió su computadora. Abrió el msn, inició sesión. Gonzalo estaba conectado. Hablame, Gonzalo. No me obligues a hablarte. Voy a cambiar mi foto, voy a cambiar mi nick. Voy a poner "Amar, temer, partir" como mensaje personal. Me vas a hablar.
  Gonzalo le habló. Entre otras cosas, le dijo que mañana no trabajaba. Ella se preparó un café (doble). La noche prometía ser larga.
  Bonzo dice no estés triste, ya sabías que iba a pasar, y sabés que es lo mejor para los dos. E1000C dice sí, pero duele, ¿sabés lo que duele? ¿qué hago acá ahora? encima estoy sin trabajo y Laura se fue de vacaciones, no me puede hacer el aguante. Bonzo dice bueno, ya vas a ver cómo todo pasa, concentrate en el estudio. E1000C dice ya no sé si quiero seguir estudiando, la verdad es que la carrera me desilusionó un poco. Bonzo no dice nada. E1000C dice tengo ganas de salir, no quiero estar acá encerrada, con él nunca podía salir, nunca quería ir a ningún lado. Bonzo dice y bueno, aprovechá. E1000C dice ¿no querés ir al cine? dale, veamos la de Marvel. Bonzo no dice nada. E1000C dice o mañana, no sé, ahora ya es medio tarde, mañana podés?. Bonzo dice che, Emilce, me tengo que ir a dormir, después arreglamos lo del cine. E1000C dice pensé que mañana no te levantabas temprano. me vas adejarso lita? eso noes ta bien!. Bonzo dice jaja, no, mañana a la mañana voy a ver a mi sobrinito, pero vos salí, no te quedes ahí, eh. E1000C dice bueno, seguro termino saliendo con alguno de los boludos de mis exnovios ;-p. Bonzo dice jaja, bueno, me voy adormir. E1000C no dice nada.
  Emilce apaga la máquina y llora, por primera vez en la noche.

2 comentarios:

  1. Impresionante, sin abandonar la esperanza de que sigas escribiendo, me vine a lo mas lejano de tu blog. Espectacular.

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  2. No, no! ¿¡quién sos vos!? Anónimo soy YO.

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