lunes, 16 de enero de 2012

Guerrilla

  - Dios es perfecto.
  - Dios es omnipotente. Hay una diferencia.
  Se miraron a los ojos por un breve instante, midiéndose. Durante esos segundos, Tomás tuvo la ilusión de que estaban en igualdad de condiciones, a pesar de estar desnudo y de rodillas sobre el suelo mojado, con sus manos atadas a la espalda, cubierto por su propia sangre reseca y con el cañón de una pistola apuntándole directo a la frente.
  - ¿Y cuál es esa diferencia, a ver?
  "Eso es, dudá", pensó Tomás.
  - Dios es omnipotente. Dios dice lo que está bien y lo que está mal. Dios, entonces, es el que escribe la historia, el que decide que Él es perfecto. ¿Y qué valor tiene eso? ¿Acaso esa es razón suficiente para seguirlo?
  Vio el temblor del cañón, sabiendo que, en cualquier momento, un disparo interrumpiría su discurso. Casi sin esperanzas, estaba viviendo sus últimos minutos, y jugándose sus últimas fichas.
  - Dios ES perfecto.
  - Dios es. Dios es un hijo de puta, eso es. Dios es un tiran--
  René martilló su pistola, y a Tomás se le secó la garganta.
  - Pará, René. Escuchame. Ambos sabemos que Dios existe. Ambos sabemos que Dios nos domina, porque bien sabés que no nos creó, no sabemos cómo fue la mano pero a vos también te hace ruido todo ese cuento del Génesis, no seas hipócrita. Pero nada de eso importa. Lo que importa es: ¿tenemos necesidad de seguirlo? Es la historia del más fuerte y los más débiles. ¿Por qué la verdad la dicta la fuerza? ¿Por qué, si es tan bueno, condena el diálogo y la duda? ¿Por qué me toca el infierno si fui un tipazo pero jamás recé, pero va al cielo un flor de hijo de puta que le paga los vicios a un pastor igualmente hijo de puta?
  Tomás sentía cómo cada "hijo de puta" que pronunciaba iba acercando la bala a su destino: el piso mojado, luego de atravesar su cerebro. Veía en René una furia y un asco apenas contenidos, y sabía que no habría manera de escapar a la muerte. "Pero si, aunque sea, puedo sembrar la duda en él, no habrá sido en vano".
  - El hijo de puta sos vos- contestó René con palabras atropelladas-. Un soberbio hijo de puta, ¿quién mierda te creés, eh? ¿Qué sos? Sos un insecto, no sos nada, sos un efímero destello en un mosaico infinito y perfecto. ¿Cómo no lo celebrás, cómo podés intentar rebelarte? E "intentar" ni siquiera es la palabra, porque no hay posibilidad de éxito- ya se iba calmando, recuperaba su tono y ritmo normal-. No podés trastocar el orden de la creación del Señor, no podés negarlo ni escapar de su presencia. Él es uno con el tiempo y la materia. La soberbia de ustedes es... inexplicable.
  - Nuestra soberbia no es tal. Llamalo "orgullo" si querés. Es el orgullo y la celebración, justamente, de nuestra condición humana. De nuestra capacidad de decidir qué está bien y qué está mal.
  - Pero eso es parte del plan del Señor. Él nos otorgó el libre albedrío...
  - No, imbécil- y la bala se acercó aún más-. Eso es lo único que no supo sacarnos. Porque es lo que no entiende, lo que no forma parte de su naturaleza. Si él nos creó, lo hemos superado. Porque hemos vencido todos los absolutos que él propone, todos los límites que ustedes defienden ciegamente. No me tenés que matar, René. Pensalo. Si Dios es perfecto y tiene un plan, nosotros somos parte de él. Nuestra existencia, y hablo de nosotros, los ateos, los agnósticos, los satanistas, los humanistas, es parte de su plan divino, de su mosaico infinito y simultáneo, y no somos un peligro. Vos estás ahí, y sos dueño de tu pistola, de tu bala, de tu tiempo- al decir todas estas palabras, sentía el calor del disparo abriéndose camino en su cabeza, y no encontraba cómo ordenar su discurso en tan poco tiempo-. Si existe un plan, no soy un peligro. No soy nada, como vos dijiste. Pero vos mismo estás ahí, dudando. Y si podés elegir no matarme, es porque no soy un peligro. Más aún. Quizás Él sea el peligro. Quizás Él y su sed de sangre, de mi sangre. Pero lo podemos vencer juntos.
  - Dios es perfecto, Tomás. Y tu discurso es muy confuso.
  - ¡Probá a hablarle a tu verdugo después de haber sido golpeado durante días, hijo de una gran puta!
  La bala ya comenzaba a ejercer presión sobre su piel.
  - Dios es perfecto, Tomás. Ya te lo dije. Y yo soy su soldado. Jamás es Él el que se equivoca. Somos nosotros, la carne de su voluntad, la que no alcanza a comprender sus designios. Jamás dudaré de Él. Ese es tu camino, y mirá hasta dónde te trajo.
  - Tu Dios es un sorete, René. Mirá cómo está el mundo, mirá lo que somos como raza. Mirá lo que te obliga a hacer.
  - Mi Dios no me obliga a nada. Él sólo perdona.
  Y la bala se alojó, finalmente, en el suelo.

1 comentario:

  1. Excelente!!! Estuve leyendo el blog y después de esto me acordé de un cuentito muy simpático acerca de Dios que narraban en una peli llamada "La mariposa". Me puse a googlearla y en un resumen de la peli menciona la palabra "periplo" y me causó gracia porque justo me había llamado la atención que en otros textos usaras más de una vez esa palabra (wooow, fractales!). Si encuentro el cuentito te lo paso...

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