domingo, 15 de enero de 2012

Diario de Dios y sus contemporáneos: Dios como evolución del hombre

  Hubo un tiempo en el que el tiempo no existió. Así como cada uno de nosotros emergió de la inconciencia, y nos sumergiremos en ella eventualmente, también lo hizo y hará el universo entero. La materia y el tiempo.

  Hace tiempo que olvidé lo que es sentir. Hace tiempo que olvidé qué es "ser feliz", o "sufrir". Reconozco sus efectos, veo seres que conocen la diferencia, que viven esos matices. Pero hace tiempo que he dejado de vivir. Hace tiempo que la palabra "tiempo" ha perdido su anterior significado. Nada y todo es lo mismo. Nada y todo me atraviesa, y estoy hecho de la misma fibra que el universo entero.

  En este universo, en esta versión de las infinitas posibles, se dio el fenómeno que nos gusta clasificar como "vida". Casi por azar, se fue desarrollando hasta engendrar esto, esto que se evidencia acá mismo, un lenguaje, una conciencia no plena pero sí abarcativa, una curiosidad constante. El hombre. El hombre y sus millones de etiquetas, de saberes, de conceptos, de inquietudes. ¿De dónde despertamos, qué había antes, qué habrá después?  Preguntas y más preguntas. Respuestas que, con la voracidad característica, destrozamos para reemplazar por otras que luego serían devoradas y que darían lugar a otras respuestas que a su vez encontrarían un reemplazo, así en un ciclo interminable, que se interrumpirá sólo Dios sabe cuándo.

  J. ha desaparecido. Se ha esfumado. Es el único de todos nosotros que ya no se presenta a las reuniones, ha dejado de informarnos de sus actividades, y nadie, ni siquiera aquellos más cercanos, saben qué le ha ocurrido. Él era el más dotado, y es por eso que nos entristece su desaparición.

  Dios fue una respuesta, la respuesta a todas las preguntas. Pero pronto, pasados algunos milenios, se abandonó casi por completo, dejando que apenas grupos reducidísimos de personas hablaran todavía en su nombre. El hombre controlaba finalmente su entorno, y su inquieto mundo interior. Ya no necesitaba la idea de un protector magnánimo. El hombre era su propio protector. El hombre, la especie entera, por fin funcionando como un solo organismo. En equilibrio.

  El dolor no existe. El dolor existe sólo en mi mente, yo lo conjuro. Y el dolor existe ahora en sus cuerpos, ellos me enseñan lo que olvidé, lo que fui. Ante mi orden brota la sangre. Yo doy y quito la vida. He quedado solo, ya que nadie habla mi nuevo idioma, que es el idioma de la creación.

  Y Dios reapareció. Y ya no hubo un pasado en que el tiempo no fue tiempo. Ya no hubo un comienzo. No hubo rincón de existencia que no fuera inundado por su presencia. Con su potencia creadora y arrogante, arrasó con toda la historia, con toda la humanidad, con todo. Y nos dijo que nos creó a su imagen y semejanza. Y nos dijo que siempre existió, y que siempre existiría. Y es la pura verdad, porque así lo quiso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario