sábado, 8 de octubre de 2011

Saturnino Alemán: el genio oculto (primera entrega)

  Saturnino Alemán fue un visionario. Ensayista torpe y autor de modestas novelas de ciencia ficción, permanece en un anonimato injusto, a causa de su mediocridad como escritor, y de su terquedad a la hora de titular sus obras. Con otros ojos se habría recibido la que, para los pocos críticos que la han leído, es su obra maestra, "Cómo me cuesta costearme hasta el vericueto", si Saturnino la hubiera llamado, como le aconsejaba su esposa, "El tercer mañana". "La novela es una pieza clave de un rompecabezas que ha sabido existir sin su participación", nos dice Leonard Finkelstein, catedrático de la Universidad de Salamanca. "Está a la altura, conceptualmente, de 'A Brave new world' y '1984', si nos permitimos perdonarle la descuidada prosa. La visión del futuro que Alemán plasmó en esa novela es absolutamente acertada: fue el único en predecir, simultáneamente y de manera muy detallista el fenómeno de Internet, los celulares, el chat, los reproductores de mp3, el facebook. Y su tono de denuncia, al pintar este mundo actual donde la privacidad es un concepto anacrónico y 'pasado de moda', y la sobre-exposición de los aspectos íntimos de la vida son un síntoma de un órden político y social enfermo que está condenado a la auto-destrucción, es un claro indicador de su lucidez".
  Dicha novela narra las peripecias de Sal Goodrich, un "telembaucador", como Alemán llama a lo que, hoy en día, conocemos como asesor de imagen. Sal teje, a lo largo de su vida, las redes detrás del ascenso y la caída de los más importantes emperadores galácticos, culminando su carrera cuando el imperio se fagocita a sí mismo para dar lugar a un retorno a las fuentes de la humanidad. "No comprendes, Sally. No lo hago por el dinero. No lo hago por la fama. Ni siquiera lo hago por amor a la humanidad. Hago lo que hago para manejar mi futuro, que es el de toda la raza. No me importa qué nos depare el mañana, siempre y cuando sea yo el que lo vio antes, el que, a partir de las cosas que tuvo enfrente, lo organizó y lo encaminó. Poco me importa si este tercer mañana es mejor que los dos anteriores. Sólo me importa ser el primero que sepa hacia dónde mirar para ver salir el sol... Uy, alguien me señalizó en una foto en su registro público personal, a ver... Jaja, ¡Ricardo Petorutti! A este no lo veo desde nuestra educación superior conjunta. Lo voy a agregar a mi lista de amigos", dice Sal en uno de sus más conmovedores monólogos y, en efecto, "El tercer mañana" pareciera ser un título adecuado para la obra. Pero Alemán quiso que se llamara "Cómo me cuesta costearme hasta el vericueto", y no permitió que nadie cuestionase esa decisión. Y así se explica, en parte, lo poco conocida y traducida que ha sido su obra.
  Su mujer, Gertrude Fillipon de Alemán, publicó en 1978, dos años después de la muerte de Saturnino, el libro "El genio oculto (o 'A la mancha de salsa, tirale con soda', como lo habría titulado el infradotado de mi marido, que en paz descanse)", donde cuenta las memorias de su vida compartida. Allí relata las intensas peleas que suscitaban los desafortunados títulos de las obras de Alemán, para las cuales Gertrude siempre tenía una mejor opción. "Infame equilibrio", para "Los cisnes tienen feo olor". "Elección y reacción", en vez de "Desde acá se ve bastante poco, pará que me acerco". O el simple "Dique", en vez del engañoso "Treinta chistes de negros". Actualmente, Gertrude sigue intentando que le permitan cambiar los títulos de la obra de su fallecido esposo, para así poder reeditar una porción de nuestra historia literaria cuya lectura nos debemos desde hace tiempo.

1 comentario:

  1. Pobre Saturnino, si se levantase ahora de su tumba descubriría que aún en los tiempos del Facebook, el Movistar, y el Wi Fi sus obras aún serían miradas con recelo, o ignoradas o simplemente incomprendidas... Tendría que haber reprimido su curiosa preferencia por los títulos estrambóticos en sus primeros dos libros, y ahí sí, una vez ganado cierto renombre y respeto por la comunidad lectora, salir con un "Cómo me cuesta costearme hasta el vericueto". A Mollo y cía al menos les funcionó, ¿o me van a decir que "Narigón del siglo yo te dejo perfumado en la esquina para siempre" vendió pocas copias?.
    Por suerte escuché que Selva Alemán, hija del difunto y por quien a simple vista fue bautizada, llevó al teatro "Los cisnes tienen feo olor", donde comparte escenario con su marido, Arturo Puig, quien como no podía ser de otra manera, hace de cisne, todo queda en familia. Yo tengo 2 x 1 con La Nación y en breve la estaré yendo a ver, dicen que es una especie de teatro ciego, así que sólo se puede tocar las plumas de Arturo y sentir el hedor que emanan. Estás invitado.

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