domingo, 13 de diciembre de 2015

Las fauces del león, 1ra parte

  Soy una persona con una muy baja autoestima. Enfermizamente insegura, de manera exagerada. Haciendo tratamiento psicológico me topé con la tranquilizadora frase "la duda es un indicador de sanidad mental", y la abracé con toda mi fuerza. Era una explicación amable: soy sensato y centrado, nunca un cobarde sin registro de la realidad.
  Esta inseguridad me hace una persona celosa. Estar seguro de no valer nada pone en peligro cualquier posición que haya sido ganada. Siempre hay alguien que puede pasar a ocupar ese lugar que, ridículamente, ocupo. Me pasó con mi primo menor. A los tres años, vivía un enamoramiento con mi tía. Pasaba en su casa varios días, no quería volver con mis padres, era feliz con mis tíos jóvenes donde no había hermanos mayores, no había competencia de ningún tipo y todas las atenciones eran para mí. Hasta la llegada de Ezequiel. Cuenta la leyenda que prometí no olvidar nunca "eso" que me hacía mi tía; la llegada de otro niño. Y esa boludez infantil me volvió a ocurrir unos años después, con la llegada de Carlitos.
  Carlitos era un pibe del barrio; un barrio en el cual yo no era uno de los pibes del barrio, porque básicamente no salía de mi casa más que para ir y volver de la escuela, a una cuadra y media. Carlitos comenzó a venir a mi casa, en una época en que yo casi no tenía amigos, o quizás los tuviera pero no se molestaban en venir a visitarme. Repito: por esos años, yo no salía para encontrarme con nadie. Así que Carlitos venía. Mis padres, mi madre, creo, le abrió la puerta. Me lo presentó. "Él es Carlitos". Y comenzamos a jugar. Al menos uno de mis dos hermanos a veces estaba presente y hacía todo un poco más fácil: organizaba algún juego, o al menos servía de intérprete, ya que podía hablar con los dos niños que no podían hablarse entre ellos (toda la culpa era mía, no hay ninguna sorpresa). Y Carlitos se convirtió en mi amigo.
  No recuerdo cuánto tiempo fuimos amigos, y tampoco puedo recordar qué edad tenía cuando lo conocí. No recuerdo mucho de la primera etapa de nuestra amistad. Recuerdo que él tenía pelo largo y que desapareció por un tiempo prolongado, y que después volvió a aparecer con el pelo cortísimo y llamándose Javier, que en realidad "Carlitos" era un apodo, que ese era el nombre de su padre pero que él era Javier. Y en esa segunda etapa comenzó a ser Javier. Creo recordar que esa segunda etapa me encontró más sociable, con otros amigos. Sé que uno, al menos, conoció a Javier. Creo recordarnos a los tres jugando a la pelota, aunque no puedo entender cómo yo podía estar jugando a la pelota al aire libre. Calculo que eran mis intentos por ser un niño normal, o por no estar tan solo todo el tiempo, al menos. Quizás hasta lo disfrutara. Sí, el recuerdo es placentero.
  No sé bien qué pasó entre esa segunda etapa y la tercera. No sé si Javier volvió a desaparecer o si de un día para el otro, comenzó a vivir con nosotros. Ahí entendí un poco más por qué había llegado a mi vida, cómo es que mi vieja me lo había presentado. Carlitos pasaba a pedir comida, y mis viejos le daban. Ahora que escribo esto, pienso que el hecho de que me consiguieran un amigo también fue un acto de caridad, mis viejos debían estar preocupados por mí. En fin, en algún momento mis viejos decidieron que Javier viviera en nuestra casa. Sé que hablaron con su madre, no sé más que eso, pero Javier pasó a ser uno más de nosotros. Y yo no lo pude aceptar. Era mi amigo, lo quería, pero el hecho de que mis viejos adoptaran un chico de mi edad me pareció dolorosamente insultante. Lo acepté y apoyé la decisión desde el plano racional, pero emocionalmente me sentía devastado. Estaba indignado. Recuerdo una fantasía: soplaba las velas de mi cumpleaños número dieciocho, y me iba de casa. Interrumpía el festejo revelando un bolso preparado de antemano, y me iba, haciéndole saber a mis padres que era por Javier, por el hecho de que lo adoptaran, que me iba para siempre. Qué hijo de puta. Ahora entiendo por qué no recuerdo mucho de todo este episodio: era un pendejito de mierda y no lo quiero aceptar.

1 comentario:

  1. Me desconcertó. Esperaré la segunda parte antes de hacer preguntas.

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