jueves, 2 de agosto de 2012

El gordo

  Cada vez que su celular sonaba, la habitación se llenaba de miradas cómplices. Según los ojos que uno decidiera escrutar, se podía descubrir burla, preocupación, lástima, desconfianza, y hasta envidia. Todos, en mayor o menor medida, tomábamos esos episodios como una invitación a algo prohibido. Yo, por mi parte, los interpretaba como un triste pedido de auxilio. No creía en Marcela. Marcela no existía, no podía existir.
  - ¿Y, qué dice tu chica?
  - Nada, que me extraña, que me quiere ver... Es tan dulce
  Así, de manera inocente y eficaz, respondía el gordo a las chicanas, interpretando a la perfección ese papel inverosímil, sin dar crédito a la ironía con que lo azotábamos. "Pobre gordo. Tan boludo, ni se da cuenta de que lo gastamos, ¿no?". Nunca terminé de creerme eso tampoco. ¿Pero qué es lo que creía? ¿Qué es lo que creo hoy, habiéndole dado tantas vueltas al asunto?
  Aún recuerdo las discusiones una vez que se iba. Todo un concilio para hablar sobre el gordo y la novia misteriosa, la novia inexistente, la novia que en realidad era un tipo, la novia que se avergonzaba de él y no dejaba que nadie los viera juntos, la novia que había cambiado radicalmente la vida de nuestro amigo desde un plano de existencia totalmente ajeno al nuestro... Nunca lográbamos ponernos de acuerdo, nada cerraba, pero nos divertíamos. Él estaba feliz, y nosotros teníamos un manantial secreto, una eterna fuente de chistes y conversación alrededor de los dos o tres temas que importan para el hombre. Todos ganamos con la aparición de Marcela. En eso era lo único en que podíamos ponernos de acuerdo.
  Dos años estuvo con Marcela. Ninguno de nosotros jamás pudo verla. Yo soy el único totalmente convencido de que ella nunca existió. Y hoy, estamos todos reunidos en el departamento del gordo, o en el que era, mejor dicho, su departamento, ya que el gordo se mató y nada de lo que hay acá es suyo ya. Tristes, diciéndonos "algún día iba a pasar", dejamos que nuestra obsesión (o quizás sólo sea mía, quizás el resto del grupo sepa ser más convencional) le gane al horror, que la curiosidad atropelle el buen gusto, y buscamos aquí, en el último bastión del gordo, en su santuario más preciado las huellas de Marcela. Su muerte y ella están relacionadas, eso nadie lo duda. El gordo se mató por ella. Aún si es que Marcela era sólo un invento, el gordo entonces se habrá matado por no tenerla. Y buscamos entonces fotos, libros con dedicatoria, revisamos la computadora, el celular, todo, sin encontrar nada.
  Hasta que el celular suena. El gordo, de haber estado vivo, tendría un mensaje nuevo por leer.

4 comentarios:

  1. Me gustó mucho. Regularmente entro para ver si publicaste algo nuevo.
    Me gusta lo que escribís, creo habértelo dicho ya.

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  2. Siempre que entro acá vengo con ansiedad y curiosidad pero también con miedo, miedo de que hayas escrito algo triste, justo como esto.

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    1. En retrospectiva, uno de los mejores comentarios de la historia del blog.

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