"Todavía me querés?"
Su corazón se aceleró y dentro de su cerebro se arremolinaron cientos de pensamientos, amenazando con hacerle perder la razón allí mismo, en ese instante. Como el universo necesita del equilibrio constante para subsistir, el tiempo fuera de su conciencia se hizo lento, lentísimo, ofreciendo un contrapeso a esa vorágine de sentimientos dormidos.
¿Cómo que si "todavía la quería"? ¿Qué pregunta era esa? Una muy buena pregunta, pensó. Una pregunta que él, todavía, no se había animado a hacerse. "Es que la respuesta es obvia". No. No lo era. No sabía la respuesta.
Pero antes de empezar a intentar desentrañar la respuesta, se encontró con el misterio que proponía la pregunta. ¿Qué significaba ese mensaje de texto? ¿Por qué ahora? ¿Acaso ella lo quería? La pregunta parecía estar diciendo eso, justamente. Preguntarle a alguien si te quiere es decirle que lo querés. ¿Entonces ella lo quería? De hecho, jamás debiera haber dudado de ello. La última vez que se vieron, cuando ella lo dejó, intentó dejarle en claro que siempre lo querría, y que, a pesar de irse con otro hombre, la separación le dolía enormemente.
Entonces, revivió la bronca. "Todavía me querés?". Te fuiste con otro. Se había ido con otro, ¿cómo quererla? Le había roto el corazón, ¿cómo quererla? Le había dicho a la cara que no, que pretendía no volver a verlo, que prefería priorizar una relación con un tipo superficial al que casi ni conocía. ¿Cómo quererla, entonces? ¿Cómo quererla, cuando tuvo que odiarla para poder dejarla ir?
"Todavía me querés?". Pero eso cambiaba todo. Se sintió insultado, es cierto, pero al mismo tiempo transportado hacia un pasado feliz, un pasado cuya felicidad él mismo había enterrado y olvidado. La quiso. La quiso, la quería. La quiso, la quería y la iba a querer.
Pero no, el dolor, el orgullo herido, eso también volvió. Ya la había olvidado, pero no sólo había olvidado que la quería, sino que la odiaba. Que le deseó desgracias por un tiempo. Que habló pestes de ella a los amigos en común, intentando contaminar su mundo con ese veneno que, a fin de cuentas, era de su autoría. "Todavía me querés?". ¿Qué era, un chiste? ¿Una venganza, quizás? ¿Pero por qué? ¿Qué había hecho él? Bueno, además de hablar pestes de ella, claro. Pero estaba en todo su derecho, existe tal cosa, ¿verdad? "El derecho del abandonado". Derecho de odiar y actuar de manera irracional, infantil, casi perversa. ¿Qué hacer, si no? Ella con otro tipo, lo más tranquila, ¿y él? Que por lo menos lo dejaran hablar mal de ella. Era lo menos que podían hacer. ¿Quiénes? En fin...
"Aunque todavía la quiero", pensó. Sí, el odio estaba ahí. Pero también estaba ahí todo lo demás. Y sólo necesitó imaginarla una vez más acomodándose el pelo detrás de la oreja. Ahí mismo supo lo que tenía que contestar.
Siete segundos pasaron, y eso es todo lo que él pensó luego de haber leído el "Todavía me querés?" de la pantalla de su celular. Siete segundos, para que esa misma pantalla volviera a iluminarse con un mensaje nuevo, de la misma persona.
"ay no me equivoque no era para vos perdonperdonperdon"
Pasaron siete segundos más. En esos siete segundos él no pensó demasiado. Sólo se vio invadido por una inmensa tristeza, una tristeza familiar a la que le había perdido el rastro. Pasaron siete veces siete segundos, y se escuchó decir en voz alta "¿Por qué?" varias veces, luego de sentarse en el suelo. Siete segundos después lloraba y reía al mismo tiempo.
"Perdoname! La psicóloga se va a reír cuando le cuente. Aprovechemos que me equivoqué, hace mil que no hablamos. Cómo andás?"
Su corazón se aceleró y dentro de su cerebro se arremolinaron cientos de pensamientos, amenazando con hacerle perder la razón allí mismo, en ese instante. Como el universo necesita del equilibrio constante para subsistir, el tiempo fuera de su conciencia se hizo lento, lentísimo, ofreciendo un contrapeso a esa vorágine de sentimientos dormidos.
¿Cómo que si "todavía la quería"? ¿Qué pregunta era esa? Una muy buena pregunta, pensó. Una pregunta que él, todavía, no se había animado a hacerse. "Es que la respuesta es obvia". No. No lo era. No sabía la respuesta.
Pero antes de empezar a intentar desentrañar la respuesta, se encontró con el misterio que proponía la pregunta. ¿Qué significaba ese mensaje de texto? ¿Por qué ahora? ¿Acaso ella lo quería? La pregunta parecía estar diciendo eso, justamente. Preguntarle a alguien si te quiere es decirle que lo querés. ¿Entonces ella lo quería? De hecho, jamás debiera haber dudado de ello. La última vez que se vieron, cuando ella lo dejó, intentó dejarle en claro que siempre lo querría, y que, a pesar de irse con otro hombre, la separación le dolía enormemente.
Entonces, revivió la bronca. "Todavía me querés?". Te fuiste con otro. Se había ido con otro, ¿cómo quererla? Le había roto el corazón, ¿cómo quererla? Le había dicho a la cara que no, que pretendía no volver a verlo, que prefería priorizar una relación con un tipo superficial al que casi ni conocía. ¿Cómo quererla, entonces? ¿Cómo quererla, cuando tuvo que odiarla para poder dejarla ir?
"Todavía me querés?". Pero eso cambiaba todo. Se sintió insultado, es cierto, pero al mismo tiempo transportado hacia un pasado feliz, un pasado cuya felicidad él mismo había enterrado y olvidado. La quiso. La quiso, la quería. La quiso, la quería y la iba a querer.
Pero no, el dolor, el orgullo herido, eso también volvió. Ya la había olvidado, pero no sólo había olvidado que la quería, sino que la odiaba. Que le deseó desgracias por un tiempo. Que habló pestes de ella a los amigos en común, intentando contaminar su mundo con ese veneno que, a fin de cuentas, era de su autoría. "Todavía me querés?". ¿Qué era, un chiste? ¿Una venganza, quizás? ¿Pero por qué? ¿Qué había hecho él? Bueno, además de hablar pestes de ella, claro. Pero estaba en todo su derecho, existe tal cosa, ¿verdad? "El derecho del abandonado". Derecho de odiar y actuar de manera irracional, infantil, casi perversa. ¿Qué hacer, si no? Ella con otro tipo, lo más tranquila, ¿y él? Que por lo menos lo dejaran hablar mal de ella. Era lo menos que podían hacer. ¿Quiénes? En fin...
"Aunque todavía la quiero", pensó. Sí, el odio estaba ahí. Pero también estaba ahí todo lo demás. Y sólo necesitó imaginarla una vez más acomodándose el pelo detrás de la oreja. Ahí mismo supo lo que tenía que contestar.
Siete segundos pasaron, y eso es todo lo que él pensó luego de haber leído el "Todavía me querés?" de la pantalla de su celular. Siete segundos, para que esa misma pantalla volviera a iluminarse con un mensaje nuevo, de la misma persona.
"ay no me equivoque no era para vos perdonperdonperdon"
Pasaron siete segundos más. En esos siete segundos él no pensó demasiado. Sólo se vio invadido por una inmensa tristeza, una tristeza familiar a la que le había perdido el rastro. Pasaron siete veces siete segundos, y se escuchó decir en voz alta "¿Por qué?" varias veces, luego de sentarse en el suelo. Siete segundos después lloraba y reía al mismo tiempo.
"Perdoname! La psicóloga se va a reír cuando le cuente. Aprovechemos que me equivoqué, hace mil que no hablamos. Cómo andás?"