sábado, 17 de agosto de 2013

ok

 - Es increíble, boludo. Pasé toda la primaria sin jamás hablarle a ninguna de nuestras compañeras. Es increíble y tristísimo.
  - Bueno, yo también, boludo.
  - Bueno, pero vos eras así, como rebelde. Yo sólo era imbécil.
  Me cuelgo pensando en eso que le dije, mientras él fuma. Crucé alguna palabra, sí. Y puedo llegar a creer que tuve algo así como una amiga en segundo grado. ¿O no? Más bien era una vecina. Que nos separara apenas una pared nos obligó un poco a relacionarnos. Recuerdo un juego, en mi patio. Sonaba la canción de la película "neverending story", es un cassette mío, de mis hermanos, mejor dicho. Jugamos a que estamos en un video musical. No, jugamos a que hacemos un video musical. Ella aparece por el marco de la puerta y comienza a acercarse. Yo la observo fingiendo que sostengo una cámara. Me muevo, agazapado, enfocándola. Ella se acerca. Me mira. La cantante (en ese momento pensaba que era una mina) está por empezar a cantar. Recuerdo que le digo "si empezás a cantar también, me muero". Es, posiblemente, lo más osado que le dije en mi vida a una mujer. Eso era un juego puramente erótico. Y tardé como veinte años en darme cuenta.
  - Mirá, gato: si te me subís encima te pego. Te juro que lo hago.
  - Él sólo quiere ser tu mejor amigo, Ale.
  ¿Dónde está Solange, ahora? Recuerdo los recreos en que entre todas las chicas del curso la traían casi a empujones, para que se parara delante mío y me dijera un tímido y falso "te amo" para después volver con sus compañeras que se cagaban de risa. Esa era la prenda, el castigo que la perdedora de sus juegos debía pagar. Puta madre. Y Pablo estaba conmigo, como ahora. Sé que lo recuerda. Y sé que recuerda que, para disimular mi amargura, fingía indiferencia y le decía "ya te va a tocar a vos". Nunca le tocó. Por suerte.
  - Ni un "ok" me mandó la flaca. ¿A vos te parece? ¿Qué le costaba?
  - Bueno, Ale. Pensá que capaz tenés suerte y se murió.
  Me cago de la risa. Pocas personas me hacen reír tanto como Pablo. A mí me gustaba María Laura. Me acuerdo. Dice que a él también. Me gustaría decirle que los dos terminamos saliendo con una Laura, pero yo ya no salgo con una Laura. El tiempo para hacer ese comentario pasó, no pude aprovecharlo. Por suerte hay muchas Lauras dando vueltas, y casi todas son lindas. Me pregunto si no será, justamente, por esa primera María Laura.
  - ¿Te acordás cuando al profe de historia casi lo echan porque decían que había tocado a una piba?
  - Al final lo echaron por una cosa parecida.
  - ¿En serio? Qué zarpado... Tenía pinta de pedófilo, igual.
  Me pongo a pensar en el pobre tipo. Yo lo odiaba. Pablo lo admiraba profundamente. O eso entendí, no sé. Pero lo que me llevó a pensar en él fue María Laura. Recuerdo, haciendo mi inventario de intercambios con chicas en la primaria, el día en que no tuvimos clases con este profesor, el día en que pasaríamos las horas de su clase con nuestra preceptora. Recuerdo la charla previa, en los recreos, donde se decía que había tocado a una chica del grado anterior. Recuerdo haber hablado con Pablo. Recuerdo no haberle manifestado mi deseo por que lo echaran. Y recuerdo sí haberlo hecho con María Laura, no sé cómo, ni en qué momento, haber hablado con ella de eso. ¿Cómo habrá ocurrido? Yo imaginaba todos los días momentos en que le hablaba, en que le decía cosas terriblemente cursis, le declaraba mi torturado amor en algún rincón del atestado patio. Aparentemente, ese recreo previo a la primera clase sin el profesor, me dio la chance de hablar con ella. De hablar sobre este profesor, de poder manifestar mi odio sin culpa, de poder establecer un vínculo con ella, un lugar en común. Los dos lo odiábamos. Pobre tipo.
  - Es tristísimo, boludo. ¿Sabés? Yo tuve un instante de comunión con María Laura. Es bajísimo lo que te voy a contar, pero tengo el recuerdo patente. Cuando Patricia nos hablaba de lo que había pasado con el de historia, en un momento alguien preguntó si existía el riesgo de que lo echaran. La cara de casi todos en ese momento era de preocupación, aun en el caso de que fuera fingida. Y, en ese momento, Laura y yo nos miramos. Nos miramos y nos sonreímos, con maldad en los ojos. El deseo de que lo echaran nos unía en ese momento. Fue uno de los momentos más felices de la primaria para mí, y fue una cagada. Soy una mierda, boludo. Y después me pregunto por qué es que la otra ni siquiera me manda un "ok".

3 comentarios:

  1. Gracias Ale, gracias. Intentaré devolverte el gesto con algo parecido.
    Ahora me siento como el Bioy de Borges. Sí, hoy me la creo.

    Gracias, tontito...

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    1. Ufa. Me toca ser el que murió virgen.

      "Me duele una mujer en todo el culo".

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    2. Bueno, era un halago. Porque Bioy era un capo, pero al lado de Borges son todos giles.
      De todas formas vos y yo somos dos giles, y no necesitamos compararnos con Borges para eso...

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