domingo, 22 de enero de 2012

Crítica a la generosidad

  Estuve toda una vida sin regalarle nada a nadie, y sin disfrutar de los regalos que me hacían. Ese recibir y nunca dar se alimentaban el uno al otro, estaban conectados. Cada regalo recibido me recordaba los regalos que nunca había hecho, y cada regalo que alguien esperaba de mí me recordaba la incómoda situación que había sido recibir esos regalos que alguna vez me dieron.
  Pero había algo más, además de la culpa, que no me permitía disfrutar los regalos recibidos: la ilusión desmedida. La esperanza de que ese, ese regalo que estaba llegando, fuera EL regalo, la única cosa que yo iba a necesitar por el resto de mi vida, la respuesta a "si te perdés en una isla desierta, ¿qué cinco cosas llevás?", esto y cuatro cosas más, no importa, por fin llega la felicidad, por fin este vacío se llena con lo que está debajo de ese papel y de ese moñito, mi vida a partir de hoy camb-- ¿esta mierda me regalás? Yo quería un juguete...
  ¿Y qué regalar, entonces, cuando nada de lo que recibo está a la altura de mis expectativas, y además debiendo tantos años de regalos? Fue difícil, pero finalmente salí de allí. Tuvo que haber sido la terapia, y ni me di cuenta cómo ni cuándo. Pero regalar y recibir regalos es algo hermoso. O debería serlo. Quizás lo sea en condiciones de laboratorio, y con gravedad cero. Pero aún en circunstancias normales, con gente que siente culpa, envidia, rechazo y fastidio participando, suele ser algo bueno.
  Mi madre suele decir que mi abuela siempre le decía algo así como "ya te va a tocar un hijo como vos y ahí vas a ver", así que yo soy el castigo de mi madre, ese hijo de mierda que le tocó por hacerla sufrir ella tanto a su madre. En fin, ese es otro tema (y uno no poco importante), lo que quería decir es que el karma existe. Y quizás sólo exista en cómo analizamos y vemos las cosas a partir de la culpa que sentimos o nos hicieron sentir. Y si yo, en algún momento me sentí poca cosa, y no merecedor de regalos... ahora estoy justamente del otro lado. Con regalos que no se aceptan. Con atenciones que no tienen por qué estar. Con muestras de afecto que están de más. Y duele.
  Claro que esa es mi lectura. No sé bien qué pasa del otro lado. Pero la sospecha de eso, de estar haciendo algo que la otra persona no haría por mí, y que entonces la pongo en un compromiso, o tan solo incómoda, o que quizás piense que soy alguien especulador, que las muestras de afecto en realidad son otra cosa, que estoy comprando algo, claro, porque es una mina, y yo soy un tipo, y los tipos somos cerdos, sí, soy un cerdo, quizás sea así, yo soy un cerdo, yo estoy usando estas herramientas para conseguir vencer su voluntad, para que ella me dé cosas que no quiere dar, pero me las debe, pff, mirá lo que hago por vos.

  Sí. Quizás ella (la "ella" en mi cabeza) tenga razón. Cada regalo, cada muestra de afecto, implica un ida y vuelta. No hay que recibir si uno no quiere dar. No hay que dar, para no obligar a recibir. Tampoco hay que pedir, para no obligar a dar. Y si tu cuerpo te pide que des algo... allá vos. Pero tené en cuenta que estás jodiendo a medio mundo.

3 comentarios:

  1. a Sheldon le dijeron que era una convención social no opcional y le bastó

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  2. Acabo de darme cuenta que hay cosas tuyas que todavía no leí. Este es el primer texto.
    Devolveme el Mario Party, no te lo regalé. Tengo ganas de patearte la cara.

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    1. Devolveme el Heroes of Might & Magic IV, que el Mario Party ya te lo devolví.

      Gil.

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