lunes, 5 de septiembre de 2011

Semáforo #1

  Son tiempos raros. Me miro los puños y me pregunto "¿Cómo es que nunca me peleé hasta ahora? ¿Cómo puede ser que nunca partí una nariz de una piña, que nunca dejé sin aire a algún pelotudo con un golpe en el estómago?". Por primera vez en muchos años (no sé si 26 serán muchos) siento una especie de nostalgia, o, mejor dicho, una nostalgia de especie, por tiempos remotos vividos por personas que llevan siglos bajo tierra, en los cuales la mayor gloria era la de eviscerar a un adversario arbitrario y casual, vaya uno a saber por qué razón que ahora (y siempre) me parece ridícula. No estoy enojado, y no tengo arranques de violencia, cosa que en algún momento me ha ocurrido. Sólo tengo ese deseo preocupante y culposo: el de golpear a alguien. El de odiar con el cuerpo. El de convertirme en una máquina destructiva que no mide las consecuencias. ¿De dónde viene? No lo sé. Por suerte, sé hacia dónde va: hacia ningún lado.
  Y sumado a esto, algo real. Y realmente preocupante. La muerte de alguien muy querido, o su triste e ineludible decadencia, por fin como una posibilidad cercana, ya no como una certeza lejana. ¿Cómo enfrentamos los ateos dicha situación? Me encuentro desorientado. Y, como siempre, temo no reaccionar correctamente. Temo no reaccionar. Temo descubrir qué tendría que haber hecho una vez que todo pase, y que ya no pueda hacer nada más que lamentarme.
  Son tiempos raros, sí. No sé quién soy, o lo he olvidado, y estoy aprendiendo una vez más cómo se siente estar solo, cómo se siente querer decir algo pero no tener a quién decírselo. También estoy aprendiendo a verme de otra manera, a aceptarme como otra persona, y no como la que creí que era. Es mucho. Son muchos cambios. Y a veces me siento en armonía con el universo, y siento que las cosas van bien, que realmente van mejor que nunca. Pero pronto entiendo que ese equilibrio es precario, muy frágil, y en un segundo todo cambia. Y si bien esto siempre será así, mi exagerada sensibilidad y extremismo me juegan una mala pasada: mi percepción cambia drásticamente de un día a otro, aún cuando todo siga igual.

No hay comentarios:

Publicar un comentario