lunes, 7 de marzo de 2011

20 centímetros

(Esto lo escribí a mano, en un papel robado, con un lápiz ajeno, en una casa donde el resto dormía. ¿Te acordás cuando la gente escribía cosas a mano? En fin... Fue en un momento de mucha tristeza y mucha bronca. Y al releerlo, revivo toda esa tristeza y esa bronca, y sólo puedo desear poder alguna vez volver a sentir tanta tristeza y tanta bronca, sólo posibles porque estaba dando y recibiendo cosas que no sé si van a formar parte de algún futuro cercano. Es un texto que me da mucha vergüenza, porque es... No sé. Es un asco. Es un vómito, como suelo decir. Hasta lo dije en ese momento. Es eso. Algo que tenía adentro y que me hacía mal, y que tenía que dejarlo salir. Para luego volver a tragarlo.

Como siempre, o sea, como la vez anterior, no alteré el texto en lo más mínimo. Así como lo escribí en ese papel robado, así como lo pasé al otro día al bloc de notas, así lo pego aquí.)

20 centímetros

  20 centímetros. 20 centímetros son los que no me dejan dormir. Eso dice ella. Su voz en mi cabeza, mi costado menos pesimista. Atinadamente, convierto esa voz en su voz. No porque crea que lo mejor en mí lleva su cara (y su voz), sino porque ella también intenta lo que la porción más ingenua de mí fracasa en conseguir. "Shh... Dormí, bebé" me susurra, burlonamente. "Bebé". Eso es lo que soy. Así me trata: como a un niño. Como a un niño tonto, para colmo. Reviso en mi cabeza todo lo que pasó últimamente y... ¿es posible? ¿Puede ella creer que soy tan idiota? Aparentemente lo soy. No me explico si no por qué estoy aquí todavía.
  "20 centímetros"... 20 centímetros todos los días, durante dos meses. Es mucho tiempo, y esto se hace insoportable. Aunque, pensándolo bien, esta es la primera vez que no puedo dormir. Es cierto: soy exagerado. Debería esperar a pasar una semana sin dormir, y entonces sí, decir "insoportable". "Debería"... Debería...
  ¿Por qué estoy escribiendo esto? ¿Por qué no estoy hablando con ella, aclarando cosas? Ah, cierto: ella está cansada, y debe dormir. Qué ridículo, estoy a punto de convertirme en la frase "¿sabés? yo tenía un novio que odiaba los gatos", y aún así sigo preocupándome por su comodidad. Sigo cuidando su bienestar como si éste fuera una caja de cristal. Pero no, no es eso lo que me impide hablar con ella. Si bien sus lágrimas (estratégicas, por cierto) me destrozan, me atraviesan y me empapan de dolor, lo que me frena es otra cosa. ¿Qué pasaría si esta relación está realmente muerta, como lo sospecho? ¿Dónde esconderé mi cuerpo, dónde encontraré una fosa abierta para un cadáver voluntario? La idea me aterroriza. "No, mi amor... ¿cómo pensás eso?" es la otra posible respuesta a mi funesto planteo. Pero de nada me sirve, pues no la creería. Es más: encontraría en su tono de voz otros benditos 20 centímetros (dosis diaria recomendada; ante cualquier duda, consulte a su médico o pase el resto de la madrugada buscando lágrimas que faltaron a su cita).
  Podría dejar esta hoja para que ella lo lea...
  Un vómito agónico. Estratégico, por cierto... Sería un primer paso hacia la corrección de esta asimétrica relación. Lástima que... estaría rompiendo la caja de cristal. ¿Puede ella quererme habiendo hecho yo tal cosa? Su voz en mi cabeza todavía pesa... Todavía creo en que ella puede quererme.
  ¿Y entonces?

  Cobarde... Tantas palabras gastadas para que mueran en tu bolsillo...

(Ojalá ella nunca lo lea. No sería justo. Pero estoy convencido de que no puede importarle en lo más mínimo lo que puedo o pude tener para decir. Ahora... ¿a quién le importa? Es una locura tener un blog...)

No hay comentarios:

Publicar un comentario